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Rondas y juguetes tradicionales siguen vivos en la niñez salvadoreña

Más allá de diversión, los juguetes y juegos populares ofrecen una lección sobre la importancia de la creatividad, el compañerismo y el disfrute de lo simple.

Por Osmín Monge | Oct 01, 2024- 09:04

El trompo, el yo-yo, el capirucho son juguetes sencillos de madera, pero ricos en historia y significado. Artesanos de Cojutepeque procuran mantener con vida estos juguetes que fomentan la creatividad y las habilidades motrices. Video / elsalvador.com.

En El Salvador, los juguetes tradicionales ocupan un lugar especial en la memoria colectiva, siendo parte de la identidad cultural y una ventana a tiempos en los que la tecnología aún no dominaba la vida cotidiana de los niños y niñas.

Estos juguetes, sencillos en su estructura pero ricos en historia y significado, han sido testigos de innumerables horas de entretenimiento, fomentando la creatividad, las habilidades motrices y el sentido de comunidad, indica la docente Genoveva de Tomasino, quien por muchos años inculcó en sus alumnos es gusto por eso juguetes. El trompo, el capirucho y el yoyo, por ejemplo, desarrollan la coordinación motora, mientras que las canicas o chibolas enseñan habilidades estratégicas y de precisión.

Entretenerse con estos juguetes en la calle no solo fortalece lazos de amistad, sino que también crea una sensación de comunidad.

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Años atrás eran elaborados a mano por los propios niños o por sus padres, lo que les daba un valor sentimental y despertaba el ingenio y la creatividad.

A nivel social, incentivan la interacción cara a cara, algo que en la era digital se está perdiendo.

Juegos y juguetes tradicionales
Los adultos que crecieron con estos juguetes a menudo transmiten sus conocimientos a las nuevas generaciones, asegurando la continuidad de estas tradiciones. Foto EDH/Emerson Del Cid

Entretenimiento nostálgico

Los adultos mayores, que crecieron con estos mismos juguetes, a menudo transmiten sus conocimientos a las nuevas generaciones, asegurando la continuidad de estas tradiciones.

En la actualidad, el uso de estos juguetes ha experimentado una notoria disminución, esto se debe, en parte, al auge de la tecnología y a la introducción de otros artículos para entretenerse.

"Obviamente los juguetes van tomando otra tecnologías (…) Creo que hay una sensibilidad que se va perdiendo con las nuevas generaciones; lo que va cambiando es la forma en la que los niños se van entreteniendo", comenta Paula Heredia, cineasta y fundadora de Casa Clementina, en Suchitoto.

Aunque muchos de estos artículos han sido desplazados por dispositivos electrónicos (sobre todo los videojuegos), hay esfuerzos en El Salvador por mantenerlos vigentes.

Algunos colegios incluyen en su currículo la enseñanza de juegos tradicionales como parte de su programa de educación física o cultura nacional. Asimismo, en eventos como ferias patronales o festivales culturales, todavía se realizan concursos de trompo, yoyo y capirucho, lo que permite que las nuevas generaciones descubran y disfruten estos pasatiempos.

Juegos y juguetes tradicionales
Estos juguetes populares incentivan la interacción cara a cara, algo que en la era digital se está perdiendo. Foto EDH / Miguel Lemus

La conservación de esta lúdica tradición no solo ha sido responsabilidad de los padres de familia, docentes y promotores culturales, sino también de los artesanos que se dedican a la fabricación de este tipo de juguetes.

Gracias a las prodigiosas manos de estos trabajadores muchos niños, jóvenes y adultos salvadoreños, pueden entretenerse y conocer de primera mano esos objetos tan singulares.

Dos de los talleres donde se crean capiruchos, yoyos y trompos de madera están ubicados en el distrito de Cojutepeque, en el municipio Cuscatlán Sur. Una de esa fábricas es la de don Merlin Eduviges Romero, donde él, su esposa y varios colaboradores crean esos coloridos y nostálgicos juguetes.

"En una semana un solo trabajador hace unos mil trompos e igual cantidad de capiruchos. No paramos, porque lo tradicional siempre se vende", manifestó don Merlin desde su negocio ubicado en Caserío Parada Santa Lucía, calle a Los Cerritos, en Cojutepeque.

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"Ish-At" es el otro taller. En él también se transforma la madera en pintorescos y entretenidos objetos.

Su propietario, Julio César Juárez, cree que estos juguetes tradicionales no han desaparecido debido al esfuerzo de artesanos como él.

"Es como darle vida a nuestra cultura, historia y tradiciones. Nuestra misión es darle vida a lo que ya se está perdiendo. Una de las causas que amenaza con desaparecer esta tradición es la tecnología; eso es inevitable. Hay que poner de nuestra parte como familia, sociedad o gobierno para no perderla", expresó don Julio. "Esta es una tradición que no debe desaparecer. Venga lo que venga, ya sea moda o tecnología, hay que conservarla", agregó.

Don Julio comenzó a trabajar en este rubro hace 26 años y actualmente su taller está ubicado en el cantón Ojo de Agua, de la referida localidad.

Juegos y juguetes tradicionales
En Cojutepeque hay talleres donde se fabrican estos juguetes artesanales. Foto EDH / Emerson Del Cid

Vale mencionar que la mayoría de estos artículos de diversión se distribuyen en todo el país, principalmente en San Salvador, sobre todo en el Mercado de Artesanías y en el Mercado Excuartel.

Es en estos establecimientos comerciales donde muchos turistas provenientes del extranjeros, sobre todo salvadoreños residentes de otros países, consiguen esos productos nostálgicos con los que en su niñez pasaron momentos felices.

Rondas memorables

Así como esos juguetes, las ronda tradicionales en El Salvador también forman parte esencial de la cultura y de las memorias de infancia de muchas generaciones.

Las rondas ayudan a mejorar el ritmo, la coordinación motora y la concentración, ya que los niños deben recordar las canciones y movimientos, explica De Tomasino.

El Salvador cuenta con una rica tradición de rondas infantiles, es decir juegos en grupo que incluyen canciones, bailes y movimientos coordinados.

Estas rondas han sido transmitidas de generación en generación y forman parte de la cultura oral del país.

Entre las rondas más populares se encuentra “A la víbora de la mar”, donde los niños forman una fila y pasan corriendo debajo de los brazos entrelazados de dos compañeros mientras cantan la canción. Al finalizar la melodía, los brazos bajan y “atrapan” a los niños, que se suman al grupo de los atrapadores.

Este juego es tanto un ejercicio físico como un acto de socialización, donde los niños desarrollan habilidades motoras y refuerzan sus lazos de amistad.

Juegos y juguetes tradicionales
Todavía hay niños que se divierten con las rondas. Foto EDH / Miguel Lemus

Otra ronda popular es “El patio de mi casa”, que involucra a los niños girando en círculo mientras cantan una canción que habla de un patio donde “no llueve ni moja como los dos”, haciendo referencia a la inocencia y simplicidad de la infancia.

Este tipo de cancioncillas, además de entretener, inculcan valores de colaboración, cooperación y el sentido de pertenencia a un grupo.

Memorable también es la ronda “Componte, niña, componte”, que erróneamente es conocida en El Salvador como “Pomponte, niña, pomponte”. Es una de los cantaos infantiles más populares e icónicos del Pulgarcto de América.

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