Hoy Andrés Manuel López Obrador le pasará el testigo a su sucesora, Claudia Sheinbaum. La toma de posesión de la primera mujer presidenta de México tendrá lugar en un acto que dará que hablar: España no enviará ningún representante del gobierno por la No invitación de México al rey Felipe VI. Se trata de un conflicto que comenzó cuando, en 2019, López Obrador le envió una carta al monarca español conminándolo a que se disculpara por las “matanzas” cometidas durante la Conquista del país azteca. Lo único que recibió en ese momento fue una respuesta lacónica del Ejecutivo, con el presidente Pedro Sánchez al frente, recalcando lo siguiente: “La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no pueden juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas.”
Sheinbaum se ha solidarizado con la postura de su antecesor y ha hecho suya esta reivindicación histórica. Al parecer, también se sentirá la ausencia de representantes de otros gobiernos europeos mientras que dos de los invitados estrella serán el venezolano Nicolás Maduro y el cubano Miguel Díaz-Canel, al frente de dos dictaduras por las que no rendirán cuentas en una ceremonia inaugural marcada por rencillas históricas con el viejo continente.
Más allá del tira y afloja con España y la exclusión arbitraria de Felipe VI, jefe del Estado de una monarquía parlamentaria, lo que quedará en la memoria de muchos es el fracaso de López Obrador en lo que concierne a hacer justicia por la desaparición hace diez años de los 43 normalistas de la Escuela Rural Raúl Isidro Burgos, en Ayotzinapa. El fundador del partido Morena comenzó su sexenio asegurando que llegaría hasta el fondo de uno de los casos más espeluznantes que se recuerdan en la historia reciente de México. Precisamente, fue un 26 de septiembre de 2014 cuando el grupo de estudiantes, que viajaba en autobuses rumbo a Ciudad de México para participar en una manifestación, fue interceptado en Iguala, Guerrero. Los chicos y chicas nunca llegaron a su destino y todo apunta a que fueron víctimas de un crimen de Estado en el que estaban implicados policías municipales, federales y elementos del crimen organizado. En aquel entonces gobernaba Enrique Peña Nieto. Desde aquel aciago día, los padres de los 43 estudiantes claman por que se sepa toda la verdad de lo que les hicieron a sus hijos.
López Obrador llegó al poder invocando un discurso de justicia social y de cambio que, de una vez, acabaría con la lacra de la corrupción que pudre los estamentos de la nación. Sin embargo, se marcha con un récord que deja mucho que desear en lo que respecta a seguridad ciudadana en un país dominado por el narco y con instituciones que se confunden con el crimen organizado. Si había un símbolo de esperanza era el de las fotos de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y el compromiso de López Obrador de que bajo su gobierno habría respuestas. Nada más lejos de la realidad: sus padres denuncian que el presidente saliente acabó por ponerse de parte del Ejército y no de los informes de la comisión de derechos humanos que investiga el atroz crimen. Al cabo de diez años, sólo se han recuperado tres trozos de huesos de tres jóvenes. En alguna fosa común yacen las almas en pena de los normalistas que nunca llegaron a la capital mexicana.
Con motivo del triste aniversario de la desaparición de aquellos 43 muchachos y muchachas, López Obrador se ha limitado a decir, “la justicia tarda, pero llega”. Ahora le pasa tan ingrata tarea a Sheinbaum en un país donde se calcula que el número de desaparecidos asciende a 100.000 y, según datos del Comité de la ONU para los Derechos del Niño, desaparecen al menos 14 menores cada día. Son cifras aterradoras que ponen en evidencia el fracaso estrepitoso de los gobernantes que pasan por el Palacio Nacional.
No es verdad que la justicia siempre llega. Eso lo saben bien los familiares de los que habitan en otra dimensión: la del olvido. A ellos, que cada día lloran por sus seres queridos, les importa bien poco el rifirrafe por la Conquista 500 años después. [©FIRMAS PRESS]
*Twitter: ginamontaner