Los pueblos y civilizaciones -que viven y se lucran del crimen y del dolor humano- habrán caído en el más bajo abismo moral y espiritual. Dichosos los pueblos e individuos que –por el contrario—viven del amor, porque esos heredarán el “reino de los cielos” -de paz y dicha espiritual- en este mismo mundo. El mismo sueño de amor en el cual la divinidad universal nos hizo despertar para vivirlo. El milagro de vivir –o vivir de milagro—implica el dolor de vivir o vivir del dolor. Algunos vivimos el natural dolor de existir, en tanto otros viven a costa de ese mismo dolor. Por igual, vivimos por amor y por amar la vida. Vida y muerte; placer y dolor forman parte de un mismo todo absoluto. El Universo, la Vida, el Tiempo y el Hombre son duales. Es la “Ley de Polaridad” del sabio Hermes. Por ello existe frío y calor; luz y sombra; placer y pena; lo bello y lo feo; lo breve y eterno; el sueño y la verdad; el odio y el amor… Esa dualidad constituye la naturaleza del ser y de todo lo creado. El Hombre y la misma existencia expresan la dualidad de esa manifestación universal, concluye la historia, las ciencias y la sabiduría. La divinidad cósmica nos creó con libre albedrío. De nosotros depende vivir de la luz o la sombra; del odio o el amor; de la guerra o la paz; de la gracia o del dolor.
El dolor de vivir o el vivir del dolor
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