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Muere Fujimori, autócrata hundido por sus propios abusos del poder

La trama del fujimorismo demuestra que la justicia llega tarde o temprano y que ninguna nación democrática puede aceptar que "el fin justifica los medios" ni se puede atropellar a inocentes bajo el argumento de perseguir a culpables.

Por El Diario de Hoy |

Odiado por unos y admirado por otros dentro y fuera del Perú, el expresidente Alberto Fujimori falleció dejando a su país prácticamente libre del terrorismo, pero marcado por un régimen autoritario perpetrador de masacres y otras graves violaciones a los derechos humanos, delitos de lesa humanidad y corrupción galopante.

Fujimori llegó al poder en 1990 como esperanza populista después de gobiernos acusados de corrupción, estatismo e ineptitud, entre ellos el de Velasco Alvarado y Alan García, que llevaron al Perú a la bancarrota y la violencia guerrillera.

Precisamente, por el apoyo que recibía de Japón, por poner orden en la economía del país y el éxito de sus operaciones contra el grupo terrorista Sendero Luminoso hasta capturar a su máximo cabecilla, Abimael Guzmán, así como descabezar a la dirigencia del Tupac Amaru, los peruanos le dieron a Fujimori una carta blanca que se volvió contra ellos.

Primero se dio un auto-golpe, el "fujimorazo", en abril de 1992 para hacerse con todos los poderes y posteriormente imponer un régimen militarista perpetrador de toda clase de abusos y un esquema de espionaje y corrupción bajo su lugarteniente Vladimiro Montesinos.

Todos recuerdan la captura de Abimael Guzmán, el sanguinario cabecilla de Sendero Luminoso, un grupo de enloquecidos que querían imponer un régimen maoísta y hasta por eso Guzmán se hacía llamar "presidente Gonzalo". Fujimori lo exhibió dentro de una jaula, rabioso y eléctrico. También está presente en la memoria colectiva el rescate de rehenes en la embajada de Perú en Lima, que significó asimismo la muerte de los terroristas del grupo Tupac Amau que asaltaron la misión durante una fiesta y tomaron de rehenes a los invitados.

Pero la corrupción marcaba el régimen de la mano del fujimorismo, con su cabeza más visible, el jefe de la inteligencia Montesinos, quien cumple 15 años de prisión, pero tendrá que afrontar al menos 8 juicios más en los próximos años por cargos tales como dirigir personalmente la tortura contra opositores, periodistas y otras personas y sobornar a autoridades electorales, medios y entidades, para garantizar la permanencia de Fujimori en el poder, además de proteger las operaciones del narcotráfico.

El reinado de atrocidades e impunidad acabó en 2000 cuando Montesinos huyó al extranjero y poco después Fujimori aprovechó una parada en Tokio para comunicar su renuncia. Tiempo después pero en diferentes fechas y lugares, ambos fueron detenidos y extraditados a Perú, donde fueron juzgados y encarcelados muchos años.

La justicia llega tarde o temprano

La trama del fujimorismo demuestra que la justicia llega tarde o temprano y que ninguna nación democrática puede aceptar que "el fin justifica los medios" ni se puede atropellar a inocentes bajo el argumento de perseguir a culpables.

En Chile, el presidente Boric anunció que promoverá la abolición de las leyes de amnistía que favorecen a militares y otras autoridades involucradas en las violaciones a los derechos humanos perpetradas por el régimen de Pinochet por el mismo sentido: la existencia de un régimen socialista corrupto que había llevado al país a la bancarrota y la división no le daba a los militares carta blanca para atropellar a la población con muerte, torturas y desapariciones forzadas.

"Ni bendito ni maldito", Fujimori fue despedido con honores de exjefe de Estado, hasta por la presidenta Dina Boluarte, como el cierre de una de las páginas más controversiales para Perú.

Como dato curioso, Fujimori y Abimael Guzmán: murieron en la misma fecha, 11 de septiembre, con tres años de diferencia, y a la misma edad: 86 años

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