“El tiempo perdido hasta los santos lo lloran”, nos enseña el sabio refrán. Cuando se refiere a una persona, incumbe solo a esa persona. Cuando se refiere a un grupo, es la suma del tiempo en horas y minutos del número de personas que lo conforman, por ejemplo, las sesenta personas que viajan en un autobús. Sumando las horas de espera de entrada y salida en las fronteras de El Salvador, Honduras y Nicaragua, en mi visita a Nicaragua el fin de semana pasado viajando en autobús, redondeando, fueron seis horas, que multiplicadas por los sesenta pasajeros, resultan, 360 horas de espera que divididas por 8 son 40 jornadas de trabajo, cuya producción y productividad, de la ocupación a la que se dedica cada uno, se pierden y nunca se podrán recuperar.
Esto confirma, que no solamente los santos lloran el tiempo perdido, sino también la economía de las personas, las familias y los países. ¿Imagine, cuánto es a lo largo del día, semana, mes y año y que impacto puede tener sobre el PIB de cada país?Quizás, el efecto negativo económico de los retrasos y los tiempos perdidos fue uno de los parámetros que consideraron los planificadores de los gobiernos de los países firmantes de los primeros tratados en Europa, entre Alemania, Francia, Italia, los Países Bajos, Luxemburgo y Bélgica, para la libre circulación del acero y el carbón, dos materias primas estratégicas para el desarrollo y crecimiento en aquellos momentos, cuando Europa empezaba a recuperarse.
A este tratado, siguió el del Mercado Común Europeo, después la Comunidad Europea, y hoy, Unión Europea, que vino creciendo de seis a veintisiete países, por los que circulan libremente por las autopistas y sin parar en las aduanas cientos de miles de vehículos y trailers. Yo también, viajando desde Valencia a Bélgica, pase por seis fronteras a ochenta kilómetros por hora.
Aquí puede leer todo sobre la historia de Unión Europea: https://european-union.europa.eu/index_es Pero volviendo a mi visita a Nicaragua, además del tiempo de espera, observé que los motoristas no paran los motores de los autobuses y las horas de espera se pueden traducir en horas de consumo de combustible y polución de la atmosfera.
Si continuamos calculando costos directos e indirectos de estos procesos de control, pasan de ser un asunto de personas, familias y grupos, a ser asuntos relacionados con la economía de los países en términos de PIB, aunque sea un pequeño porcentaje y en atraso en modernidad e innovación en las fronteras centroamericanas.
Pero ya en Nicaragua y me gustó el eslogan, “Nicaragua ama la Paz”, también la ornamentación nocturna de diferentes colores de los muchos árboles metálicos del Malecón del lago de Managua y la celebración del “Día nacional del huipil”, el traje típico regional de cada municipio y los bailes folclóricos en la plaza del Palacio Nacional.
Fue interesante la aventura de las treinta y una horas de ida y regreso en bus en los que me sentí seguro, sin pensar mucho, en las largas jornadas de manejo de los motoristas, que supongo, cumplen los reglamentos de las pausas para descanso.Pero además, con todos mis respetos y por mi deformación profesional de siempre buscar aspectos de mejora, en los tres países sería muy bueno revisar en las fronteras, la disponibilidad de personal, el funcionamiento de los sistemas electrónicos, el orden, la limpieza, las facilidades de comida para los viajeros y los servicios sanitarios, que mejorándolos, seguramente se incrementaría el turismos entre los países centroamericanos.
Los viajeros, como personas de aquí y otros países, que por necesidad o conveniencia deciden viajar por tierra, merecen el mismo trato, la higiene, la comodidad y modernidad en las fronteras, que en los aeropuertos. ¡Verdad que si!
Pedro Roque / pedroroque.net
Todo es más fácil y más sencillo con sentido común.