Son al menos 25 negocios, entre ventas pequeños y comercios medianos, los que generan el leve movimiento comercial de lunes a sábado en el casco urbano del distrito de Intipucá, del municipio de La Unión Sur; hace diez años eran más negocios, incluido una agencia bancaria, pero cerraron.
Intipucá no genera una rentabilidad para los negocios, pese a que es una comunidad donde el 80 por ciento de los hogares tienen a más de un pariente en el extranjero, que mensualmente envía remesas; es un pueblo que a partir de la 1:00 de la tarde ha terminado en su mayoría el poco movimiento de las ventas, dicen los lugareños.
De acuerdo con sus habitantes, los resultados económicos producto de esa masiva migración no se verán reflejados en el dinamismo de la economía, sino, que en las construcciones de las viviendas, algunas de ellas en su interior con finos acabados en las paredes, pinturas, piso y otros detalles.
Los miembros de la diáspora, es decir la mayoría de las personas originarias de Intipucá y que tienen un estatus migratorio con ciudadanía o residencia en Estados Unidos, que además están retirados de la vida laboral, son los que decidieron en construir o ampliar sus viviendas para llegar a esa ciudad a descansar, a disfrutar de las vacaciones y no tienen en sus planes invertir el dinero de su jubilación en un negocio o tienda.
El rubro de los restaurantes y hoteles que se ubican en las playas El Icacal y El Esteron, algunos que datan desde hace 20 años y otros que recién están construyendo, son apuestas de personas originarias de otros municipios o distritos; extranjeros que le están apostando al desarrollo turístico, y en escasas ocasiones se puede decir que tras el negocio está un oriundo de Intipucá.
Tras vivir por años en Estados Unidos y regresar al país, Hugo Salinas fue el primer en llegar a la alcalde teniendo como su principal fortaleza el apoyo de la diáspora, Él fue alcalde en en el periodo de 2009 a 2012, por el Partido de Concertación Nacional (PCN).
Salinas recuerda que fue la noticia de la construcción del puerto de La Unión la que lo sedujo para competir por la silla edilicia, ilusionado también con ejecutar o facilitar proyectos que llevaban desarrollo a Intipucá, tomando en cuenta que hay una distancia de 25 minutos desde la ciudad al puerto. Pero los planes se quedaron estancados.
El exalcalde explica que la migración en Intipucá empezó en 1,967, con la familia de Sigfredo Chávez y su esposa Elba Salinas, tras ello siguió una ola de migrantes salvadoreños.
“Considero que Intipucá es el municipio de la migración masiva hacia Estados Unidos, digo ésto porque ya había habido migraciones para otros lados como para el canal de Panamá”, opina Salinas.
Viendo el panorama actual, el exedil dice: “Ahora se ha convertido en una ciudad dormitorio, todo ésto (casas) va a pasar a un proceso de olvido y de ventas hacia otras generaciones, donde los originarios muy pocos van a disfrutar porque se están viniendo los que están retirados a pasar sus últimos años, que no creo, que les quede más de 10 a 15 años de vida”.
Salinas expone que las remesas que ingresan a las familias locales se van para el consumo, que cuando las reciben las personas se van a San Miguel a comprar; que los negocios en ese lugar no son rentables, que hay la mayoría de los dueños de los comercios son gente de otros municipios o distritos porque “el intipuqueño no tiene ese interés de abrir un negocio, quizás se mantiene más enfocado en migrar o recibir un poco de remesas”, opina Salinas.
Damaris Rodríguez, de 24 años, cursó hasta 9 grado, y tiene más de un mes de haber iniciado con una venta de tortillas. El trabajo inicia a las 6:00 de la mañana, en un buen día para el negocio termina a las 11:30 de la mañana, pero también hay días en que son 3:00 de la tarde y aún tiene la masa esperando que le lleguen clientes.
“Mis hermanos se fueron para Estados Unidos, no tengo planes de hacer ese viaje, lucharé por seguir aquí con este negocio, aunque solo me de ganancias para sobrevivir”, dice la joven.
Luz Estrada, 40 años, se dedica a la venta de frutas y verduras en un puesto improvisado a orillas de la acera, tiene 22 años dedicándose al negocio, dice que hay pocas ganancias y tiene que invertir más en la compra del producto. A diario paga $4.00 de tasas municipales.
“Es poco el movimiento (comercio) no es como la gente piensa que hay dinero lo suficiente, no, es un pueblito que solo cuando vienen las remesas se pone bien y ahí queda todo apagado”, agregó Estrada.
Estrada, dice que de presentarse una oportunidad de viajar a Estados Unidos, lo haría “como la perdiera porque aquí no estamos haciendo nada, solo con la comida al día y con los precios mal”.
Algunos lugareños manifiestan que en el área urbana las familias tienen los recursos para poder iniciarse con una tienda u otro emprendimiento, pero muchos prefieren invertir en mejoras las casas o ranchos para disfrutar de la época de jubilación o de los días de descanso.
Santos Alvarenga Arana, originario de San Miguel, es el único zapatero de ese distrito (antes municipio).
Hace 30 años que Alvarenga trabaja en esa ciudad, pero desde hace 10 decidió establecerse ahí. En sus recuerdos están los días en que los intipuqueños iban hasta San Miguel o La Unión para reparar su calzado.
“Hace 25 años hubo un zapatero pero murió. Yo empecé a trabajar ofreciendo mis servicios en todas las comunidades hasta que decidí atender fijamente varios días en la semana en esta comunidad donde después del mediodía uno ya no encuentra tortillas porque las personas, la mayoría, trabajan hasta esa hora”, dice Alvarenga Arana.
Samuel Chávez Arias, de 86 años, nativo de la localidad, tiene la ciudadanía estadounidense y está gozando del retiro laboral. Después de más de 30 años de trabajar, logró construir la casa en la que pasa los días,cada vez que regresa a El Salvador.
“El que recibe su remesa se va a gastarlo a San Miguel o La Unión. No queremos tener algún negocio porque miramos que no hay comercio, no es como otros pueblos que tienen bastante movimiento”, opina Chávez Arias.
Algunas familias manifestaron que en el distrito no todo es prosperidad económica, hay caseríos donde viven muchas personas de limitados recursos económicos que no cuentan con las posibilidades de migrar para tener otros ingresos.
Seis años de sobrevivencia con una cafetería en el pueblo
En marzo de 2019, Willian Martínez le apostó a emprender un negocio enfocado en captar al público joven. En su cafetería ofreció una variedad de bebidas calientes y frías; al inició su propuesta fue muy aceptada y en esa época también había más negocios, aunque no directa con su cafetería.
Pero con el tiempo su cafetería ha venido en decadencia, al igual que el comercio en Intipucá, él señala que es resultado de que la gente se ha ido del pueblo, a otras zonas del país o a Estados Unidos.
El emprendimiento inició con el apoyo de $7,500 como capital semilla de un programa que tenía la Comisión Nacional de la Micro y Pequeña Empresa (CONAMYPE), en el 2018.
Martínez es el propietario y el único que atiende; solo en temporada altas para las fiestas patronales del pueblo, cuando regresa la diáspora a disfrutar de las vacaciones de agosto y diciembre, es cuando contrata a dos personas.
“Creo que a partir de la pandemia fue el bum donde empezaron las personas a cerrar negocios, aunque, por situación migratoria básicamente y también que Intipucá, siendo honestos no es un punto de encuentro o que genere un atractivo turístico más allá de las playas”, opina Martínez.
Para él los resultados en el tema de la seguridad en el país es notable, pero considera que no es en sí lo principal porque al final de cuenta se han sacrificado las ayudas, haciendo referencia a programas gubernamentales de fortalecimientos que benefician a pequeños y medianos comerciantes.
“Creo que Intipucá está en un error en darle tanto realce a lo que es la migración, si usted se va al parque lo que verá es un monumento al migrante y no está mal que la gente tome como desarrollo de vida migrar, pero lo que está mal es que endiosamos que la única forma de prosperar es saliendo del país”, expresa el intipuqueño.