El demencial régimen que por ahora controla Afganistán, que pretende volver al estado de "pureza" del primer siglo del islam, ha prohibido que se toque música interpretada por mujeres y menos que se escuchen voces femeninas en público, pese a que sucede lo contrario en Egipto, Palestina y otros lugares como seguramente en Arabia Saudita después de las reformas introducidas por el príncipe heredero (y virtual rey en funciones) empeñado en incorporar la nación al siglo XXI, a la modernidad.
Sólo dementes pueden creer que hace mil quinientos años no se tocaba en bazares, en las calles y dentro de los hogares, pese a que no se habían desarrollado instrumentos como el piano o los violines, pero sí había, desde los tiempos más antiguos, flautas, liras y modalidades de arpas, además de tambores y otros aparatos de percusión. En tiempo de los romanos, los equivalentes de trompetas eran utilizados para acompañar marchas, al igual que tambores para marcar el paso.
Las mamás de todas las épocas han cantado a sus bebés para que duerman, milenios antes de que Johannes Brahms compusiera su tierna canción de cuna, la que seguramente muchas madres en Afganistán cantan a sus muchachitos en el interior de los hogares...
Cantar es innato al hombre, una derivación de hacer sonidos modulados en los amaneceres, cuando la alegría de una linda mañana —"cuando la aurora de sonrosados dedos asoma en el horizonte" en palabras de Homero— embarga el alma de muchos, de los que aprecian la gloria de la vida... Cantar puede considerarse como una modalidad de sonreír, lo que agracia a tantos que no van por la vida arrastrando amarguras y odios.
Los hombres también tienen prohibido mirar el cuerpo y el rostro de las mujeres, y lo mismo se aplica a las mujeres adultas sobre el cuerpo de los hombres.
¿Quién se arriega a ir a un país en manos de locos de remate?
Nadie sabe si los talibanes, monstruos de resentimientos y supersticiones, bromean entre sí, si oyen música al sintonizar noticieros externos. Hemos conocido niños de cinco años cuya música favorita son las áreas de la Flauta Mágica de Mozart, lo que debe estar totalmente vetado en Afganistán.
Al encerrar a la mujer, negarle educación, trabajo, hasta salir de compras, literalmente la producción del país perdió la mitad de sus productores lo que explica la inminente hambruna que se cierne sobre esa desdichada tierra y el llamado que hace la demencia institucionalizada (el régimen) para invitar a turistas a visitarlos. Pero ¿se invitan sólo hombres o también mujeres extranjeras? Y si llegan extranjeras, lo natural es que no se les obligue a taparse de pies a cabeza pues en tal caso tampoco podrían moverse en las calles, además de presentar un contraste sin sentido.
Nadie "en su sano juicio" va a cometer la locura de visitar un país regimentado por individuos presos precisamente de locura, que además encarnan los extremos más grandes imaginables de intolerancia y misoginia...