Una amiga mía me pidió que escribiera acerca de su aventura alquilando en San Salvador, una historia que más parece un capítulo de la Rosa de Guadalupe. Los nombres han sido cambiados por privacidad, pero los hechos son reales.Magdalena (58) es gerente en la empresa privada, madre de dos hijos ya mayores, que viven con su ex marido (70), jubilado. Su sueldo es aproximadamente cinco veces el mínimo, sin deducciones. Vive con su madre (95), cuya pensión por viudez sirve para comprarle sus medicinas. No recibe remesa, ni ayuda familiar.
Magdalena había alquilado la casa de una conocida, Elena, por casi quince años. Elena le dijo que considerara la casa como suya, así que Magdalena la mejoró, arregló el jardín, y le dio mantenimiento. El único permiso que jamás solicitó fué instalar de tres aires acondicionados durante la pandemia, que ella pagó de su bolsa. Elena murió en el 2021 y su hija, Karla, heredó la casa.
Aunque siempre pagó $500 de alquiler, Karla subió el alquiler a $800 A mediados de julio de este año, Magdalena recibió una sorpresiva visita de Karla. Dos semanas después, Karla la llamó y le dijo que quería la casa el primero de septiembre, porque iba a alquilar su apartamento. Magdalena le dijo que necesitaba tiempo para buscar otra casa, pues trabajaba, a lo que Karla respondió que ya tenía inquilino, y "que viera lo que hacía".
Magdalena decidió que tenía que priorizar la estabilidad de su madre , así que comenzó a buscar casa a la hora que podía. Estaba abierta a todo, pero no encontraba nada. Todos los alquileres en su presupuesto ($800) eran un horror: casas con goteras, pantries putrefactos, baños con inodoros inservibles, etc. Incluso, vio una casa dónde el techo se estaba cayendo y ¡por eso estaba al precio que estaba!
Magdalena se dio cuenta que tenía dos opciones: o mudarse a los suburbios (casas más nuevas, con alquileres más bajos, pero fuera de San Salvador) o subir su presupuesto. Lo primero no era opción, pues su trabajo realmente no tiene horario fijo, y la colaboradora, que vive en la periferia, muchas veces se queda con su madre a cambio que la envíen a casa en Uber. Así que subió su presupuesto
Alquilar por $1,000, casi un 60% de su sueldo neto, sólo generó opciones similares en "mejores zonas". Su punto de inflexión ocurrió el día que finalmente, gracias a una corredora, encontró a una casa pequeña pero bien mantenida. La casa se alquilaba por $1,300. Hizo malabares, sacó el depósito y el primer mes, y se fue con su corredora a entregarle el cheque a la dueña el mismo día. Estando CON EL DUEÑO DE LA CASA, entró otra corredora con un hombre, quien sin más le entregó a la señora un sobre con $3,000 en efectivo. Magdalena se quedó con el cheque en la mano y la boca abierta. El hombre le dijo que lo sentía, pero que el era el mejor postor y que iba a vivir allí con sus cuatro hijos, su esposa, su suegra (en el cuarto de la empleada), dos perros, un hamster y una lora.
Después, Magdalena decidió ver apartamentos. Los alquileres rondaban entre los $900 a $1,300 en buenas zonas. Casi todos estaban en buen estado, algunos nuevos, pero por las "ammenities", el mantenimiento rondaba entre los $125 a los $200. También encontró apartamentos con alquileres y gastos comunes más bajos, pero lamentablemente en pisos altos, dónde su madre se negaba a vivir (comprensible en una señora mayor).
¿El "milagro" de la Rosa de Guadalupe? (si se le puede llamar "milagro"): la madre de Magdalena, lamentablemente, se cayó en la ducha, se quebró la cadera y su hija decidió irse a vivir con ella. La hija no estaba en una situación económica que le permitiera clausurar el contrato de su apartamento, así que hizo un trato con la dueña, la cual accedió a no cobrarle penalidad y devolverle su depósito a cambio que Magdalena alquilara. Es un apartamento de segunda planta, sin ascensor, pero tiene la ventaja que las gradas son amplias y con pasamanos. Magdalena paga $800 + $75 de vigilancia por 90 mt2.
Se dice que urgen leyes que regulen los alquileres en San Salvador. Difiero. Vivímos décadas sin leyes y no existía problema de los alquileres impagables. Es, en realidad, producto de un cambio en los parámetros sociales y culturales del país. Antes, una casa se alquilaba a una persona que normalmente era referida por un conocido del dueño, a un precio común para la zona. Los alquileres se estimaban en base a que el inquilino duraría diez, quince o veinte años, y eso le daría al dueño un ingreso estable a largo plazo sin depreciar su propiedad. Incluso, existía la figura del alquiler con promesa de venta, en el cual se valoraba la puntualidad en el pago y las buenas costumbres del inquilino. El buen nombre de la persona era tan importante como el valor del alquiler a todo nivel social, pues garantizaba el valor de las casas en el vecindario. Y, obviamente, nadie jamás hubiera pensado en alquilar una casa en mal estado.
Pero, como si de algo sufrimos los sansalvadoreños es de CODICIA, ahora no sólo no se considera incorrecto alquilar una casa a un precio exorbitante y esperar que el inquilino la repare, sino que un propietario empoderado justifica sacrificar la tranquilidad de todo un residencial o condominio y obligar a los demás propietarios a "convivir" con inquilinos carentes de educación, pero que son "el mejor postor". Esto incluye que también se tiene que soportar los famosos alquileres temporales que crean no sólo molestias, sino problemas de seguridad, pero hay que "recuperar" la inversión. Las Juntas Directivas" son inútiles, pues ni siquiera definen filtros de quien puede o no alquilar, y, como resultado, la gente prefiere no hablar para no meterse en líos. Y es comprensible: ya no se vive al lado de alguien conocido. Mientras se valore al "mejor postor", en lugar de los buenos inquilinos, los alquileres seguirán subiendo (y la calidad de vida de los propietarios, bajando).
Al mudarse, Magdalena desinstaló los aires acondicionados con todo y estructura metálica y arregló las paredes por dentro y por fuera. Instaló dos en el nuevo apartamento y vendió el otro. Karla estaba "fuera del país", así que le entregó las llaves a su apoderado y le pidió que le firmara un documento que todo estaba en orden. Dos días después, recibió una llamada de una Karla furiosa, gritándole que le "devolviera SUS aires". No tardó mucho en enterarse que el apartamento nunca estuvo en alquiler. Karla estaba ofreciendo la casa por $1,800, con tres aires acondicionados incluidos...