Kamala Harris ya es oficialmente la candidata demócrata a la presidencia. Después de cuatro jornadas maratonianas, la convención demócrata, celebrada en Chicago, finalizó con el discurso de aceptación de la vicepresidenta de Joe Biden. El relevo generacional dentro del Partido Demócrata ya es un hecho y Harris enarbola una antorcha a la que otros después de ella pueden aspirar.
Tal y como se ha visto a lo largo de casi una semana, contrario a la creencia general hasta hace poco –fundamentada en que, a pesar de su avanzada edad, sólo Biden tendría más posibilidades de vencer a Donald Trump en noviembre–, en el Partido sobran jóvenes valores que pueden continuar el reverdecimiento en las filas demócratas: Pete Buttigieg (actual secretario de Transporte), Gretchen Whitmer (gobernadora de Michigan), Josh Shapiro (gobernador de Pensilvania) o Alexandria Ocasio-Cortez (congresista por Nueva York y abanderada del sector más progresista). Biden no es el único que pasó el testigo. En la convención, figuras veteranas como el ex presidente Bill Clinton, Hillary Clinton (la mujer que pudo ser presidente) o Nancy Pelosi (su gestión fue clave en la retirada de Biden) abrían el camino a Harris y los que vendrán después de ella. Hasta Barack Obama, con el fulgor de una imperecedera estrella de rock, dio consejos como faro en una senda que les toca a otros recorrer.
Si ha prevalecido una recomendación en particular entre la vieja guardia, ha sido la de extremar la cautela en una contienda que será muy dura. Los demócratas han ganado un terreno considerable con la retirada de Biden, pero, como advirtió el ex mandatario Clinton, la batalla será “brutal” contra un oponente que se salta las normas más básicas del fairplay. También el matrimonio Obama pidió no dormirse en los laureles ni pecar de exceso de confianza. Lo subrayaron desde la experiencia personal de haber soportado las mentiras y ataques de Trump. Michelle Obama fue contundente: el sucesor de su esposo en la presidencia hizo “lo imposible” por manchar la reputación de una pareja negra y exitosa que llegó a ocupar por primera vez la Casa Blanca. Si ganara Harris, lo haría una pareja interracial, unión prohibida por la ley en Estados Unidos hasta 1967.
El entusiasmo general en la convención demócrata ha sido palpable, salvo la decepción de que la cantante Beyoncé nunca apareció a pesar de los rumores. Hubo consenso en el mensaje de unidad ante el discurso divisivo del trumpismo y en el deber de que no puede haber descanso en una batalla muy corta: en menos de tres meses se celebrarán las elecciones y Harris debe convencer al electorado de que el país avanzará más con ella que con el retorno de su oponente. Desde un centrismo pragmático que no se aparta demasiado del legado de Biden, ella propone defender los intereses de la clase media, el compromiso con las libertades individuales, reforzar el papel de Estados Unidos en el mundo como aliado de las democracias y no de “tiranos” como Vladimir Putin. A lo largo de cuatro días, los demócratas resaltaron la simpatía de Trump por gobernantes con aspiraciones autócratas y su papel en el intento de golpe de estado el 6 de enero de 2021. Una y otra vez, Kamala Harris y todos los presentes en el United Center corearon: “No volveremos atrás”.
Donald Trump estaba seguro de que en esta ocasión derrotaría a un Joe Biden muy mayor y frágil. Ahora, con una adversaria de 59 años frente a sus 78, él representa un pasado muy necesitado de regeneración dentro de su partido. De pronto, el trumpismo no puede zafarse de su imagen rancia. El republicano también dispone de muy poco tiempo para provocar entusiasmo con un lema que suena a viejo y hueco: “Hagamos a América grande otra vez”. La carrera hasta noviembre es a destajo y contrarreloj. [©FIRMAS PRESS]
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