Lectores amigos: reciban mi confesión de ángel, demonio y humanista. “Zapatero a tus zapatos”, dice la vida. Al empezar a andar mi destino descubrí que mi oficio no sería el de la zapatería, ni mucho menos la política. Mi pasión era el arte, las letras y descubrir el enigma de la existencia. “El hombre que no es político -decían los griegos- o es un ángel o demonio”. Talvez seré una aberración de la naturaleza, pero finalmente concluí que -según los helénicos- era "ángel", "demonio" y utópico humanista, apasionado por las artes y la filosofía sagrada y esotérica. El "perverso" teatro de la política nunca me interesó, ni mucho menos actuar en él. Más que vivir del arte, el arte me hizo vivir, dedicándome a él y desentrañar algunos enigmas de la vida, cruzando los umbrales de las filosofías milenarias. Así desenterré secretos y testimonios del ser y el universo. Incluyendo algunos de lo que hoy nos revela la mecánica cuántica o “física de partículas” del átomo en nuestro Cosmos interior. Descubrir la belleza del arte, misterios de la Creación y del alma humana -en conclusión- fue mi destino, pasión y oficio. Ello redimiría a la vez mi impuro e imperfecto ser humano, tras otros confines del espíritu. Por tanto -ángel, demonio y apolítico- me dediqué al “Filosofarte” que es la filosofía del arte humanista.
Confesión del ángel, demonio y humanista
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