Pocas veces una campaña presidencial estadounidense habrá reservado tantos eventos como la de 2024. La historia contemporánea de los Estados Unidos registró pocas campañas impactadas por eventos inesperados, reservando posibilidades de redistribuir las cartas políticas como la que estamos viviendo.
Obviamente, quedan en la memoria las campañas de 1968 y su violencia: el asesinato del senador Robert Kennedy, el 5 de junio, después del anuncio de su victoria para la primaria demócrata en el estado de California, confirmando su marcha hasta una nominación esperada en Chicago.
Pocas semanas después renunció a entrar en el proceso electoral el presidente en funciones Lyndon B. Johnson, cuyo papel estaba dañado por la Guerra en Vietnam cuando Martin Luther King, el líder de la lucha por los derechos civiles cayó bajo las balas de James Earl Ray en Memphis el 4 de abril del mismo año. En 1972, mientras el candidato demócrata George Wallace fue víctima de un atentado que lo dejó paralítico, el presidente saliente Richard Nixon fue reelegido mientras empezada el caso del “Watergate” que lo llevó a la dimisión el 9 de agosto de 1974.
En 2024, la sucesión de los eventos recuerda que nada está adquirido mientras no está establecido: el anuncio que parecía ineluctable, de una nueva batalla entre el presidente saliente Joe Biden y el candidato republicano Donald Trump, que arrastró su nominación en una campaña interna relámpago, la tentativa de asesinato llevada a cabo de manera extravagante en término de seguridad el 13 de julio pasado, llevando no solamente a la demisión de la directora del “Secret Service” sino a un movimiento de estupefacción en el mundo, acelerando un caída de imagen del presidente después de un debate desatroso para Joe Biden.
El anuncio de su retiro de un proceso electoral que parecía escrito, para los demócratas, desde el principio, tuvo el efecto de una deflagración. Sobre el momento, y después del drama evitado de manera “abracadabrantesca” en Butler, Pensilvania el 13 de julio pasado, nada parecía resistir a Donald Trump. Él mismo, en los días siguientes, se inscribió en un discurso de unión nacional, ilustrando la certeza de una victoria anunciada. ¿La llegada de la vicepresidenta saliente Kamala Harris podría volver a distribuir las cartas?
Por lo menos, vuelve a inyectar una nueva esperanza para los demócratas que estaban preparándose a una “crónica de una derrota anunciada”. Donald Trump vuelve a adoptar una nueva estrategia, después de haber evitado la muerte, atacando fuertemente la que se perfila como la candidata demócrata en la convención de Chicago en agosto próximo, buscando descalificarla en término de credibilidad.
Ahora bien, esta sucesión de eventos y las consecuencias políticas implican dos visiones de la sociedad, del papel de los Estados Unidos tanto en término de política interior como exterior. Obviamente, en Europa, el contexto esta examinado de muy cerca.
El atentado contra Donald Trump provocó una ola de rechazo tanto de las instituciones europeas (la Comisión liderada por Úrsula Von der Leyen; el Consejo presidido por Charles Michel como las figuras europeas que dirigen los países miembros de la Unión y los países aliados). De igual manera, la decisión de Joe Biden generó marcas de respeto y a la vez, determinación en cuanto al enlace transatlántico. La ministra de las relaciones exteriores alemana, Annalena Baerbock, afirmó que el presidente estadounidense “había hecho mucho” para dichas relaciones en el transcurso de su mandato y vida pública. El español José Manuel Albares Bueno recordó que el presidente saliente permitió “la firma de una declaración hispano-americana” tanto como la cumbre de la OTAN en Madrid en junio de 2022.
El polaco Radoslaw Sikorski subrayó la importancia de los enlaces entre los Estados Unidos y Europa, afirmando que está en relación con los equipos de Kamala Harris tanto como de Donald Trump. El italiano Antonio Tajani, gran conocedor de las instituciones europeas, afirma que los Estados Unidos quedaran siendo “un interlocutor privilegiado de la más grande democracia del mundo”. Esta tonalidad espere también como los países de Europa Central y Oriental.
Obviamente, la guerra entre Rusia y Ucrania dibuja una pantalla de fondo de la relación euro-atlántica particularmente estratégica. Los europeos desde el principio del conflicto reforzaron su esfuerzo en favor de la industria de defensa tanto como su ayuda financiera del sistema de facilidad Unión Europea y Ucrania, alcanzando 50 mil millones que se añaden a los 40 anuales de la OTAN estableciendo pilares en el tiempo de un contexto estratégico que hacen recordar los tiempos de la Guerra Fría.
Guerra en la franja de Gaza, entre Israel y el Hamás, tensiones en el espacio del Pacífico, turbulencias sobre el sistema de gobernanza internacional, tantos frentes que se refuerzan en 2024, mientras la campaña presidencial en los Estados Unidos está entrando en su pleno apogeo.