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El sacerdote que fundó el periodismo en El Salvador

La independencia y fundación del Estado de El Salvador estuvo en manos de varias familias criollas, vinculadas entre sí por lazos sanguíneos. A dos de ellas perteneció el sacerdote que fundó el primer periódico salvadoreño, el 31 de julio de 1824.

Por Carlos Cañas Dinarte | Jul 27, 2024- 09:21

Mapa de 1815, trazado por el escocés John Pinkerton Heron (1758-1826), que presenta al Reino de Guatemala y territorios internos como la Alcaldía Mayor de Sonsonate y la Intendencia de San Salvador; Imagen digital proporcionada por la colección David Rumsey, Universidad de Stanford (California, Estados Unidos).

José Miguel de Castro y Lara nació en la ciudad de San Salvador, capital de la Provincia de San Salvador en el Reino de Guatemala, el viernes 21 de octubre de 1774, en el hogar de José Carlos de Castro (Tegucigalpa, 1700-San Salvador, 30.03.1780) y Elena de Lara y Fernández (¿1734-s. d.?), quien estaba emparentada con la casa paterna del independentista Domingo Antonio de Lara y Aguilar. Fue bautizado dos días después en el templo de Nuestra Señora de La Merced, zona parroquial donde estaba comprendida la residencia de sus progenitores.

En ese mismo vínculo matrimonial también fue concebida Ana María Josepha Castro y Lara (1761-1796), quien el 9 de octubre de 1777 contrajo matrimonio religioso en el pueblo de Guazapa con José Rossi Corrò (1752-s. d.) originario de la isla de Palma, en el entonces Reino de Mallorca. Su hija Juana de Dios, nacida en marzo de 1782, se casará el 7 de enero de 1804 con Francisco José Delgado y de León, hijo del panameño Pedro Delgado y de Mariana de León y también padres del presbítero y doctor José Matías Delgado y de León. Su medio hermano por vínculo paterno fue José Manuel Rodríguez Delgado, primer jefe del Poder Ejecutivo salvadoreño en 1824.

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Tras efectuar sus estudios de primeras letras en la capital de la Intendencia de San Salvador, se trasladó a la capital del Reino de Guatemala y fue en la Nueva Guatemala de la Asunción donde realizó sus estudios sacerdotales.

Vuelto a San Salvador, tomó parte en los movimientos independentistas de noviembre de 1811 y enero de 1814, mientras fungía como cura de la zona de los Texacuangos, cargo del cual fue separado el 2 de agosto de 1814. La orden emitida por el arzobispo guatemalteco Ramón Casaus y Torres también estipulaba su marcha hacia la capital del Reino, donde fue encarcelado por rebeldía contra la corona española y procesado durante varios años.

Indultado y puesto en libertad, regresó al territorio sansalvadoreño y asumió la conducción de la Parroquia de Santa Lucía Zacatecoluca, importante zona añilera en ese entonces. Fue allí donde, a las 23:00 horas del 23 de septiembre de 1821, recibió una correspondencia secreta en que se le informaba al partido de Zacatecoluca del Acta de Independencia suscrita en la ciudad de Guatemala ocho días antes. En sesión edilicia efectuada a partir de las 08:00 horas del día siguiente, esa comunicación lacrada de tres pliegos fue abierta por el propio presbítero Castro y Lara, quien la leyó en voz alta para después entregársela a un pregonero, quien la comunicó al pueblo en la plaza pública, en medio del murmullo y las enhorabuenas de este. Enteradas las poblaciones circunvecinas de San Juan y San Pedro Nonualco, Analco y Santa María Ostuma, el juramento de fidelidad y las ceremonias civiles y religiosas por la independencia del Reino de Guatemala fueron desarrollados por las autoridades civiles, militares, eclesiásticas y el pueblo entre los días 6 y 8 de octubre del mismo año.

Impresiones a partir de microfilme del primer ejemplar del Semanario político-mercantil de San Salvador; imágenes proporcionadas por la doctora María Tenorio Góchez, San Salvador.

El 28 de noviembre de 1821 fue nombrado por el presbítero Dr. José Matías Delgado y de León como miembro de la Junta Constitutiva de Gobierno de la Intendencia de San Salvador, puesto en el que fue ratificado el 11 de enero siguiente, pero que le fue imposible ejercer, debido a los momentos críticos que generó la anexión forzosa al Imperio Mexicano del Septentrión y la posterior invasión militar del brigadier napolitano Vicente Filísola.

En los primeros meses de 1824, una imprenta de mano, comprada en la ciudad de Guatemala mediante colecta popular hecha entre la población sansalvadoreña, fue transportada e instalada en la casa de Manuel Herrera -predio que ahora corresponde a la esquina de la 2ª. avenida sur y 8ª calle oriente, frente al otrora teatro y cine Apolo, donde hasta hace unas décadas funcionó la Confederación de Obreros de El Salvador-. Los primeros impresores y tipógrafos fueron el metapaneco Manuel Inocente Pérez y el capitalino Samuel Aguilar, quienes aprendieron el oficio de Gutenberg en el taller guatemalteco de Manuel José Arévalo. Pocos meses más tarde, la imprenta fue trasladada al antiguo Palacio del Corregidor Intendente -situado en la confluencia de las actuales 4ª. avenida sur y 6ª. calle oriente de San Salvador.

En la mañana del sábado 31 de julio de 1824, de esa Imprenta del Gobierno surgieron las páginas del primer periódico salvadoreño, Semanario político-mercantil de San Salvador, cuya dirección le fue confiada al presbítero Miguel José de Castro y Lara. Aunque se ignora cuál haya sido su tiraje o sus formas de distribución, se sabe que esa publicación sabatina contenía entre cuatro y ocho páginas, impresas a dos columnas de 7.5 x 25 cm cada una, aunque las medidas generales del periódico eran de 21 x 30 cm, con numeración correlativa de tomo, número de ejemplar y folios. Era una publicación muy influida en su estructura interna por las gacetas del periodismo español, francés y mexicano. Además, las páginas del Semanario… fueron las primeras del territorio salvadoreño que le dieron espacio a los anuncios de venta de tierras, haciendas, ganado y otros bienes muebles e inmuebles. De esa manera, el Semanario… no sólo figura ligado a los orígenes mismos de la vida independiente de El Salvador, sino que está vinculado con el origen mismo de la publicidad en el territorio nacional.

Uno de los primeros documentos de la Imprenta del Gobierno, emitido en San Salvador, el 7 de abril de 1824, fue el decreto federal para constituir la fuerza cívica, actual Fuerza Armada de El Salvador; imágenes digitales suministradas por el coleccionista ingeniero Carlos Quintanilla, San Salvador.

Mientras ejercía sus labores periodísticas -en las que cesó desde 1827, cuando el Semanario… cerró operaciones y fue sustituido por otro medio impreso de carácter gubernamental-, el presbítero Castro y Lara fue electo diputado constituyente por el partido de Zacatecoluca. Ocupó ese cargo del 5 de marzo al 23 de noviembre de 1824.

Durante ese período crucial en la formación del Estado de El Salvador, participó en la discusión, redacción y promulgación de la primera Constitución de El Salvador -redactada por el abogado viroleño Lic. José Damián Villacorta y Cañas-, así como en las de la Comisión de Negocios Eclesiásticos, que dictaminó a favor otorgarle de manera civil el Obispado salvadoreño al presbítero y doctor Delgado y de León. Aunque ese gesto de independencia religiosa fue descartado por el Senado de la República Federal desde la ciudad de Guatemala, en julio de 1825, esa acción marcó casi dos décadas de separación entre las autoridades religiosas de El Salvador con las del arzobispado guatemalteco y el Papa asentado en los dominios vaticanos.

La presidencia temporal de Castro y Lara fue la última de aquel Primer Congreso Constituyente salvadoreño, pues la ocupó del 30 de octubre al 23 de noviembre de 1824.

Fue electo secretario y presidente temporal del Congreso salvadoreño de 1826, ocasión en la que, el 21 de octubre, entregó un informe legislativo acerca de la crítica situación política del país, redactado y suscrito junto con Juan Manuel Rodríguez Delgado y Ramón Meléndez.

Sello postal emitido en 2006 por la Dirección General de Correos de la República de El Salvador, con el rostro del presbítero e independentista Miguel José de Castro y Lara.

Después, se desempeñó como jefe de sección del Ministerio General y consejero de Estado, cargo desde el que demostró una férrea oposición al gobierno federal centroamericano, presidido por el general sansalvadoreño Manuel José Arce y Fagoaga.

El presbítero Castro y Lara falleció en la capital salvadoreña, el domingo 26 de abril de 1829.

Ante la inexistencia casi total de ejemplares de ese primer periódico salvadoreño -del que se sabe hay ejemplares en oficinas estatales del Reino Unido-, por ahora solo tenemos de él informaciones vagas, brindadas por algunos investigadores que tuvieron acceso a alguna colección completa o ejemplares sueltos del Semanario… Entre estos privilegiados en consultarlo se encuentran el chileno José Toribio Medina y los compatriotas Francisco Gavidia Guandique, Rafael González Sol, Jorge Lardé y Larín, José Flores Figeac, Ítalo López Vallecillos y María de los Ángeles Tenorio Góchez.

El Dr. González Sol consultó una colección completa que existía en La Unión, mientras que López Vallecillos pudo acceder a la que perteneció al general Agustín Martínez. Por su parte, Gavidia Guandique dispuso de algunos ejemplares sueltos de su propiedad, gracias a los cuales pudo redactar Sencio (1915), un mero apunte para un guion teatral que nunca terminó y en el cual ocupaba un lugar secundario Bambita, alias de Felipe Sánchez, conocido bandido y tocador de vihuela de cuya decapitación en la Plaza Mayor de San Salvador (hoy parque Libertad) da cuenta el Semanario… en el número 88, pág. 357, cuarto folio de ese ejemplar, correspondiente al 1 de abril de 1826. María Tenorio accedió a cuatro ejemplares de la publicación mientras realizaba las pesquisas documentales para Periódicos y cultura impresa en El Salvador (1824-1850): "Cuán rápidos pasos da este pueblo hacia la civilización europea", su tesis para optar al grado de Doctor of Philosophy, Ohio State University, 2006. Fotocopias de esos cuatro ejemplares del Semanario… fueron donadas por la Dra. Tenorio Góchez a la Academia Salvadoreña de la Historia.

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Las páginas del Semanario… encierran los primeros balbuceos y pasos dados por los independentistas de San Salvador. Sus páginas formaron parte de un proceso informativo y noticioso en su oportunidad, pero ahora constituyen una herramienta histórica, una fuente primaria de datos sobre el sentir, hacer y quehacer de esa época.

En esos folios del Semanario… laten las primeras sensaciones, experimentos y equívocos graves de un país en gestación, llevado de la mano por personajes que estaban poniendo a prueba no solo sus distintas formas de pensar y actuar, sino también sus influencias externas y sus aspiraciones políticas para la construcción de un sueño, envuelto en un halo de intereses y de libertad. En ellos se ocultan nuestros primeros redactores anónimos, algunos de ellos responsables de las primeras fábulas salvadoreñas que se leyeron –Los dos compadres y El sacristán y el labrador, texto este en que su redactor critica a los ciudadanos salvadoreños que esperan rápidos resultados del nuevo régimen político recién independizado de España (1821) y México (1823)-, porque el Semanario… no solo estaba dedicado al quehacer del gobierno, sino que también daba cabida a temas comerciales y literarios, aunque la mayor parte de esos trabajos haya pasado a integrarse a la larga lista de composiciones y textos literarios del siglo XIX que aparecían anónimos, calzados con iniciales o con curiosos seudónimos.

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