Hace unos meses, durante un foro sobre reducción de riesgos y daños sanitarios, cuya base conceptual radica en el funcionamiento cerebral, se hizo una indagación sobre el nivel de conocimiento existente entre los 265 participantes, todos profesionales de la salud, presentes en uno de los grandes salones del Hotel Hilton de San Salvador. Se cuestionó al público con la siguiente afirmación: “Se ama con el corazón”. Había que escoger entre “verdadero” y “falso”. El 40% escogió “verdadero”.
Hemos aprendido a repetir muchas frases que escuchamos con frecuencia desde el día en que nacimos, sin ponernos a pensar si las palabras que las componen poseen un contenido de verdad comprobable, es decir, de evidencia. Como resultado, hemos cometido muchos errores sin advertirlo, errores que determinan nuestros comportamientos. Algunas personas, con el paso del tiempo y más sagaces, lo han advertido. Otros murieron o morirán sin percatarse del origen de sus fracasos.
Nos enseñaron y dimos por verdad que los seres vivos aman con el corazón, una creencia muy arraigada en nuestro cerebro desde épocas antiguas como la egipcia y la griega. Esta creencia se reforzó con la poesía y la literatura de la Edad Media y se acentuó más con el Cristianismo, el Renacimiento y el Romanticismo.
La mayoría de los que estudiamos profesiones de la salud sabemos que en Anatomía y Fisiología nos enseñaron que el corazón solo es un músculo compuesto por cuatro cavidades, actuando como una bomba impulsora de sangre; donde un fino cordón de estructura muscular conduce el impulso eléctrico que permite su funcionamiento (Haz de His). En ningún momento examinamos este órgano en busca de la estructura que generaba el amor. Ni lo pensamos. El corazón no la posee.
Es en el cerebro donde se generan las emociones placenteras que dan felicidad y euforia, que se convierten en sensaciones como el afecto. Así lo confirman varias investigaciones. Estas emociones nacen en una zona llamada “circuito de recompensa”, ubicada por debajo de la corteza cerebral, parte del sistema límbico. Inclusive esa zona es activada por drogas estupefacientes como las derivadas del opio, la marihuana, la nicotina y el alcohol. También hay otras sustancias y actividades que la activan, como son la comida, el sexo, los videojuegos, y los “likes” en redes sociales, entre otros. Todas ellas logran que el humano sienta placer, afecto, amor, felicidad, pasión o alegría, donde están involucradas unas sustancias químicas llamadas neurotransmisores, como la dopamina y la serotonina.
A uno de estos procesos químicos cerebrales se le ha denominado “enamoramiento”. Según los expertos, es común que los afectados realicen acciones catalogadas como “locuras”, pues usualmente, en ausencia de esa emoción, no las hubieran realizado. O que tomen decisiones con poco análisis, pues están dominados por dicha sensación nacida en el cerebro, al igual que las demás emociones anteriormente enumeradas.
La doctora Herminia Pasantes, investigadora emérita del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM (Universidad Autónoma de México), explica que el comportamiento comúnmente identificado como “amor”, que no es otra cosa más que pasión, tiene un origen que puede ser explicado por la neurociencia, y que radica en el circuito de recompensa donde se producen la dopamina y otros neurotransmisores, al grado que no permite razonar a los individuos que la experimentan. Es así como el raciocinio es opacado por dicha emoción.
La doctora Pasantes también explica que dicho proceso neuronal específico no dura para siempre y que, de acuerdo a varios estudios, puede persistir de dos a seis meses, pues esto no es amor, sino otra emoción con la que se confunde: es el “enamoramiento o pasión”.
Los expertos e investigadores refieren que el motivo de este comportamiento cerebral, que se traduce en conductas específicas, es lograr el mantenimiento de la especie humana gracias a la reproducción. Las neuroimágenes muestran que un área cerebral importante en la regulación del miedo y regiones involucradas en la generación de emociones negativas también se debilita durante el “enamoramiento”. Toda crítica o duda se desvanece, todo para actuar sin miedo y rendirse a la emoción de la pasión.
Las neurociencias están de moda porque están explicando o develando el origen de los comportamientos humanos con el fin de encontrar soluciones o abordajes adecuados para situaciones complicadas. Considero que en esta época, con más de ocho mil millones de habitantes humanos sobre el planeta Tierra, escasez de recursos naturales, incontables derechos humanos de los cuales nos creemos con derecho a satisfacer, consumismo desbordado y una tecnología que sobrepasa nuestra imaginación, hay que promover el análisis y desuso de tantas frases hechas como “te quiero con todo mi corazón” o “te amo con toda mi alma” (entre miles que se han creado) como una manera de estimular el pensamiento crítico en quienes nos escuchan.
Como nos expresa, con mucha paciencia, el doctor Manuel Sanz Segarra, sobre la importancia de amar al prójimo con todo nuestro cerebro: este amor (que no es enamoramiento o pasión) es fundamental, no solo para el bienestar individual, sino también para el desarrollo de una conciencia más elevada y una mejor calidad de vida colectiva. A través de sus estudios y experiencias, este médico español ha llegado a la conclusión de que la conexión humana y el amor hacia los demás son esenciales para trascender las limitaciones de la existencia material y alcanzar una comprensión más profunda de la realidad y la espiritualidad.
¡Hasta la próxima!
Médica, Nutrióloga y Abogada/mirellawollants2014@gmail.com