“Ese mágico que vino al puerto será un farsante –dijo la anciana vidente. Tiene la misma mirada de los dioses del mar. Seguramente trabaja en llevar emigrantes ilegales. Sácale la información –dijo a la hermosa Magila que había renacido en la leyenda. Pídele el famoso brebaje que vende de la felicidad. Eres dulce, encantadora y le sabrás persuadir. Se enamorará de ti, como todo ser del mar. Cuéntale de tus sueños. Dile que quieres amar y crear desde la nada maravillas de dicha y de luz. La mujer ungida tiene la facultad de abrir el corazón de los magos y sacar de allí la escondida virtud y deseos más profundos. Aunque éstos tarden en cumplirse, como las ilusiones de su mismo espectáculo. Dile que quieres el secreto de su magia, el brebaje de la felicidad.” “Él querrá encantar mujeres, no peces- objetó Magila. Yo sólo sé de ferias y augurios, porque tú me arrastraste con tu destino de adivina. Los magos quieren oír mujeres, no presagios.” “No es así, mi bella oceánida -respondió la anciana- tú tienes la magia del deseo. Puedes desentrañar su profundo secreto. Si delatas al mágico que vino del mar tendremos dinero para sobrevivir el tiempo seco.” Pero no hubo tiempo de pobreza ni necesidad de delatarlo. La pócima del curandero había logrado la felicidad de los aldeanos, ante el eterno mirar de los dioses del mar. Prometió volver si partía de nuevo. Aunque tardara en regresar como las promesas de altamar o los encantadores del deshielo. (XXIX) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Mirar de los dioses del mar
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