Durante medio siglo, un muro de silencio protegió a una de las escritoras más admiradas de Canadá, la Premio Nobel de Literatura de 2013 Alice Munro. Tras su muerte en mayo, el sarcófago que enterró los abusos sexuales que sufrió su hija Andrea se ha quebrado junto con la imagen de la maestra del relato corto.
El pasado 8 de julio, Andrea Robin Skinner, la hija más pequeña de la escritora y su primer esposo, Jim Munro, rompieron el silencio con un relato en primera persona publicado en el periódico The Toronto Star.
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Skinner contó cómo, cuando tenía nueve años, el segundo esposo de Munro, Gerald Fremlin, empezó a abusar sexualmente de ella, cómo su padre Jim decidió ocultar lo sucedido y cómo su madre se puso del lado de su abusador hasta convertirse en cómplice.
Cuando Skinner, con 25 años, contó a su madre lo sucedido cuando era una niña, la respuesta de Munro fue la de una persona despechada por el adulterio de su pareja.
"Reaccionó exactamente como temía que haría, como si se hubiese enterado de una infidelidad", dijo la hija de Munro.
The only bright spot in this absolutely horrifying, infuriating, and heartbreaking story is the unearthly strength that Andrea Robin Skinner has somehow managed to find after suffering abuse and then the ultimate betrayal. https://t.co/Wz3ZXv0npX
— Robyn Doolittle (@robyndoolittle) July 8, 2024
Munro abandonó brevemente a Fremlin, no por los abusos sexuales que había cometido sino por haberle sido infiel, aunque poco después volvió con él y se mantuvo a su lado, proclamando públicamente su amor, hasta que murió en 2013.
Poco importó que el propio Fremlin reconociera en cartas enviadas a la familia que efectivamente había abusado de su hijastra, o que acusara a la niña de iniciar el abuso o que incluso amenazara con hacer públicas fotos comprometedoras de Andrea.
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Tampoco nada cambió cuando en 2005 Fremlin fue condenado a dos años en libertad condicional y a no mantener contacto con niños menores de 16 años sin la presencia de otro adulto durante ese periodo.
El relato de Skinner, publicado menos de dos meses después de la muerte de Munro, fue un mazazo que resquebrajó el sarcófago que algunos confiaban mantendría enterrado para siempre el terrible secreto de la familia Munro, dejando impoluta la figura de una escritora adorada en todo el país.
Este sábado, dos de los hermanos de Skinner, Jenny Munro (tercera hija del matrimonio Munro) y Andrew Sabiston (hijo de Carole, la segunda esposa de Jim Munro), publicaron dos relatos separados en primera persona en apoyo de Andrea.
Jenny Munro contó que cuando se enteró de los abusos e intentó hablar con su madre, Jim Munro la detuvo. El padre de Andrea tenía miedo que el escándalo afectara sus relaciones personales y que su hija, quizás hubiera exagerado.
"Por último, pero no menos importante, mama era famosa y sería un enorme escándalo", recuerda que le dijo Jim Munro. Y Jenny añadió: "El abusó siguió durante años. Lo mismo que el silencio".
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Tras el desgarrador relato de Skinner, el biógrafo de Munro, Robert Thacker, autor de 'Alice Munro: Writing Her Lives', reconoció que conocía de primera mano el secreto de la escritora. Pero Thacker calificó el delito como un "desacuerdo" familiar y justificó que su inclusión en la biografía no habría mejorado la obra.
Otra de las grandes escritoras contemporáneas de Canadá, y amiga íntima de Munro, Margaret Atwood, también admitió que conocía el secreto.
Sin embargo, Atwood se disculpó al afirmar que no tenía los "detalles" y para cuando lo supo, Munro ya sufría de demencia por lo que no fue capaz de hablar con ella.
"Oí que Alice estaba sorprendida cuando lo supo. ¡Yo desde luego estuve conmocionada!", declaró Atwood a The Toronto Star.
Atwood añadió en forma de explicación: "Todo lo que puedo añadir es que (Munro) no era muy adepta a la vida real. No estaba interesada en cocinar o cuidar el jardín o nada de eso. Para ella era un estorbo, creo, más que una terapia, como para otros".
Tras las revelaciones, la adoración que existía en Canadá hacia Munro, la persona, ha empezado a disiparse.
La Universidad de Western, donde la escritora estudió, decidió suspender temporalmente la cátedra que lleva su nombre mientras reconsidera "el legado de Munro y sus lazos" con la institución.
Y la localidad de Clinton, donde Munro vivó gran parte de su vida, está abierta a reconsiderar el monumento instalado en una de sus plazas en honor a la Premio Nobel de Literatura de 2013.