Se escuchaba en la marea el cantar de ausencia de Magila: “Halcón de cetrería que se perdió algún día de las colinas frente al mar. No sé si volvería Halcón del alma mía. ¡Que me dejara sin volar!”. Ciertamente fue en aquel deshielo del amor que la nueva floración cubrió la leyenda. Florecieron las margas a un lado del camino como lámparas de miel. “He visto el porvenir de Magila y del cetrero –dijo la Sibila. El amor no ha muerto, pero hay una sombra de muerte. No sé si del amor o la esperanza. Es uno de los dos quien muere. No sé si en un incendio o por la ballesta de un arquero” –agregó ensombrecida la de la eterna mirada. “Ha vuelto a vivir mi ilusión en el deshielo –respondió Magila. Ha vuelto mi cernícalo del mar. Como vuelve el amor, derritiendo el frío en las entrañas y encendiendo en mis bosques de luz la tibia aurora”. Era la migración temprana de las aves del verano o de los marinos color añil que volvían desde lejos. Era, en fin, el mismo tiempo, la misma vida, la misma feria. El mismo porvenir de los amantes en ojos de Sibila: “Se pierden y se buscan; se encuentran él y ella. Pero después hay uno que desaparece. Miro una flecha y una luna; un ave de presa y un corazón. No sé cuál de las lunas está herida o si hay un corazón, sangrando en el aire. ¡No puedo predecir el nefasto porvenir de los enamorados!” (XXV) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Cantar de ausencia en la marea
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