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Y sucede cada año

Recuerdo perfectamente cuando San Salvador podía caminarse tranquilamente a pie, de norte a sur y de este a oeste. Era más probable encontrar un bolo tirado en la acera, que un papel u otro tipo de basura. Las amas de casa sentían orgullo en mantener limpio el frente de su hogar y era normal, al ir caminando tempranito hacia el colegio o la escuela, encontrar a las vecinas saludándose cordialmente mientras barrían su porción de acera.

Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

Las palabras son inútiles ante el sufrimiento y las pérdidas que la intensidad de las lluvias ha causado. Pero, más grande todavía, es la indignación que sentimos ante una situación que anualmente se repite, sin que se vea un ápice de interés real por resolver un problema bastante previsible. Por supuesto que no todo el daño podría evitarse, pero sí podría aminorarse hasta casi anularlo, si finalmente las autoridades comprendieran que la solución, en esto como en todo, está en la educación. 

Pero la educación no es una campaña publicitaria que, al menos en videos, resuelvan los problemas que nos rodean. Tampoco mostrará resultados de un día para otro. Y, precisamente porque para educar a todo un pueblo se necesita pensar a largo plazo, esa educación debe iniciarse de inmediato, sin perder más tiempo. Tal como lo hemos repetido infinidad de veces, debe iniciarse estableciendo como prioridad el convertirnos en un pueblo limpio y ordenado.

Fue aterrador el ver, en la madera de los periódicos, la playa de Acajutla enterrada bajo toneladas de basura que el mar devolvió. Posiblemente por estar lejos de Surf City, el gobierno actual no se ha inmutado, pero los turistas que buscan sol y arena para sus vacaciones, pensarán dos veces en visitarnos, cuando en Centro América hay otras playas similares a las nuestras, pero con un mayor atractivo: LIMPIEZA.

Los publicistas venezolanos, argentinos y mejicanos que se exprimen el seso para elevar más cada día la imagen del mandante y sus obras, ya deberían haber diseñado varias campañas cuyo objetivo sea lo antes dicho: convertirnos en un pueblo limpio y ordenado. Sus campañas han logrado convencer a tantos de que Bitcoin City es una realidad, que el tren del Pacífico ya cruza majestuoso nuestro país; si muchos creen que hay hospitales nuevos, terminados y a pleno funcionamiento, y que abundan los mercados modernos, donde están instalados los vendedores desalojados de las calles; si además están seguros de que el gobierno cumple todas sus promesas, como esa de las mil escuelas nuevas, díganme: ¿por qué no tratan de usar esa enorme influencia que tienen sobre las mentes de nuestra población y la motivan para ser limpios y ordenados?

No sé cuándo nos volvimos sucios. Recuerdo perfectamente cuando San Salvador podía caminarse tranquilamente a pie, de norte a sur y de este a oeste. Era más probable encontrar un bolo tirado en la acera, que un papel u otro tipo de basura. Las amas de casa sentían orgullo en mantener limpio el frente de su hogar y era normal, al ir caminando tempranito hacia el colegio o la escuela, encontrar a las vecinas saludándose cordialmente mientras barrían su porción de acera. Y el carretonero, con su enorme escoba de palma, limpiando el cordón de la calle de hojas y ramas, porque entonces, abundaban los árboles en la ciudad.

Ahora, nadie se preocupa en enseñar la cualidad de la limpieza. Vivo frente a una escuela y cuando entran o salen los alumnos, queda un reguero de basura por donde van pasando. Así será en su casa, en su colonia, en su familia. Y, cuando lleguen las tormentas, de nuevo habrá inundaciones y las autoridades mostrarán su pesar y los civiles serán solidarios y generosos, pero no se habrá resuelto el problema.

El problema se resolverá con educación.

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Educación Limpieza Urbana Opinión

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