Fue un famoso cetrero que llegó desde la nada. Como vienen los vientos, navíos y visiones. Iba con él su fiel ave de presa. Ambos -hombre y halcón- se entendían, como ocurre en la maravillosa fábula de la Creación, donde hablan hombres y animales, sapos y princesas. Con el largo andar ave y cazador se habían convertido en uno solo –al igual que los amantes que se funden en “una sola carne”. Pero el cetrero seguía siendo igual a los halcones migrantes. Siempre partía en los mismos buques de plomo de la ausencia. Años atrás se había ido en uno de sus largos e impredecibles viajes, dejando sola a Magila, su amada náyade. La que, en cambio, siempre volvía puntual de sus viajes hasta el puerto con la maga Sibila. Al igual que los cernícalos del aire y la leyenda. Y en cada regreso se iba al malecón a esperar los barcos, que llegaban o pasaban de largo, como la misma ausencia, esperando a su amor viajero. Entretanto, el éste tardaba en volver y responder. Entonces cantaba al idilio de su lejanía. “Ha llegado un famoso cetrero al torneo de arco y cetrería –le informó la adivina. Se dice que es un hombre que se convierte en halcón. Pero muchos creen que es el halcón quien se convierte en hombre. Será el mismo tratante de ilegales. Nadie puede sospechar de un hombre y un pájaro.” Los ojos de Magila se mojaron de lágrimas. Su esperado cetrero había llegado tarde. Ella había dejado de esperar. (XXIII) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
El halcón y el cetrero que tardaron en volver
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