En uno de sus largos viajes Azores encontró a un ave de presa maravilloso. Dio con él entre las jaulas de un pajarero. Entre gallos, codornices y loros, aquel dorado halcón -picoteado y maltratado de sus plumas- resultó ser un ave entrenada en cetrería. Por ello el cetrero –que conocía el arte y fascinación de aquel oficio— se hizo luego famoso en la caza con halcones. “Un día –decía— el halcón peregrino alza vuelo hacia la próxima estación. Nadie conoce sus caminos en el aire. Es como una aparición que llega en el deshielo o en el seco verano. El cernícalo ama verdaderamente su arte y al cetrero. Pero -como ave de presa que es- tiene que volar, en otro adiós u otra primavera.” La cuenta fortunas dudaba: “Nadie puede sospechar de un cetrero. Ni mucho menos de un halcón. Será el mismo traficante de indocumentados con su pájaro.” dijo la agorera a Magila. La hermosa y enigmática porteña que esperaba cada año que el amor volviera a ella y a los estuarios. Pero Azores no volvió en la siguiente estación junto a las aves migrantes y los buques cargueros. Allá en la lejanía de distantes ciudades ganó fama y fortuna con su ave de presa. Así fue cómo -después de lucirse y ganar en concursos- el halcón y el cetrero peregrino se perdieron en la leyenda. Casi nadie les recuerda ya. Sólo el viento y las aves errantes parecen susurrar con el batir de sus alas su historia y sus nombres. Aunque fueran mitad fábula y realidad y tardaran en llegar como los sueños. (XXII) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Halcón de ausencia y cetrería
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