“¿Qué buscas en el mar, joven viajero, pues dicen que harás una larga travesía? –preguntó Magila al chico viajero. ¿O es que tu largo y lejano andar te ha convertido en pez o en algún fabuloso y humano oceánida?” “Trabajo en el mar, pero soy del viento -respondió aquel. Mi nombre es Azores, porque mi padre era navegante y siempre soñó con llegar a unas islas maravillosas, pero lejanas, a donde nunca pudo arribar. Por ello me puso el nombre de su imposible. Años después un famoso cetrero me enseñó a volar un halcón. Decía que –por mi signo astrológico— el halcón era mi animal astral. También me instruyó en cómo vencer el temor al océano y descubrir sus maravillas. Llevo conmigo buscadores de aquí y allá; porque todos en el mundo buscan algo. Son emigrantes que con el tiempo se convierten en cernícalos de presa. Ya sobre el mar o sobre los montes.” “¿Y no temes fracasar en algún viaje, extranjero, que tiene el nombre de islas desconocidas?” “Nadie busca el fracaso –respondió Azores. Fracasan por no buscar. Nadie fracasa al volar; fracasa por no intentarlo y nacer de nuevo. Nadie ama la soledad; quedan solos por no amar. Si buscas algo, lo encontrarás. Y si no lo encuentras, el haberlo buscado te habrá hecho descubrir la vida.” Las emigrantes aves del deshielo pasaron en bandada hacia los montes lejanos, bordeando el litoral. Talvez huyendo del invierno boreal o –quizá— buscando también la vida en el azur. (XVI) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Las aves del deshielo
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