Kumbha –mujer de las leyendas del mar—se quedó a vivir en aquella isla remota, viviendo entre un mundo de sombras luminosas que –como dije antes—reían, cantaban, pescaban, amaban e imaginaban la felicidad. Ghudakesh, Señor del Sueño, le había enseñado el arte de soñar la vida. Al punto que la joven náyade podía ver la luz de su sueño perdido en las arenas de aquel distante paraíso. Reflejo del recuerdo de su amado Junón –quien había muerto en el naufragio- del cual ella era sobreviviente. Ghuda -el encantador de presagios- sabía la tristeza que la amada guardaba en su corazón. Por ello le dijo un día: “Has visto la sombra de un sueño en las arenas de tu andar. Es el mismo que la adversidad del dios del Destino te hizo perder. La única manera de recuperarlo es la siguiente: Deberás convertirte en sueño para llegar a lo perdido.” “¿Y cómo he de convertirme en sueño, si sólo puedo verlos en mi soledad?” –preguntó la bella abandonada. “Has muerto en el amor. Para renacer al amor debes morir en el recuerdo”. Entonces le dio un brebaje que la hizo dormir, quizá el instante de una eternidad. Entonces -durante una marea lunar- un delfín azul llegó hasta la orilla y quedó rendido a sus pies. Ella le vio a los ojos, descubriendo feliz la misma mirada de su amado Junón. Fue cuando –en la misma balsa del naufragio—se fue con él antes de vaciante. ¡Una leyenda más del Mare Nostrum
Encuentro de la náyade y el delfín
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