Esta primera leyenda del “Mare Nostrum” trata de Kumbha -una joven cantora- que sobrevive a un naufragio, pero que pierde en él a su amado Junón. El mismo que después de morir se convierte en un delfín azul. La cantora usa como balsa un viejo cofre de madera y bronce, logrando llegar hasta una isla remota que es habitada por sombras humanas. Penumbras vivientes que cantan, siembran margaritas, ordeñan cabras, esperan el sol y son pescadores. Es allí donde –años después—el delfín volvería a encontrar a la hermosa náufraga.
Estando allá Kumbha conoce al amo de aquel reino aparte: "Ghudakesh". Nombre que en sánscrito antiguo se traduce como "Señor del Sueño" ("Ghuda" que en esa lengua perdida significa “sueño” y "Ghudakesh": "El siempre despierto” -pese a ser señor de los ensueños). Entonces se desarrolla un maravilloso sortilegio, pues aquel amo de la isla –una suerte de mago de la antigüedad—le enseña a ella el arte mágica de los sueños. Y es en ellos donde ella puede encontrar todo lo perdido, amado o nunca imaginado. Es decir, lo permanente y eterno. Porque en aquel lugar no existía el tiempo, como invención divina y humana. Era un extraño, apacible y maravilloso paraíso, pero habitado por sombras humanas. Amables siluetas fantasmales que reían, contaban leyendas del mar, recitaban versos o lloraban nostalgias. Eran imposibles de verse y percibir desde lejos, sino con los ojos de la ilusión. (XII) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.