La semana pasada hubo elecciones para el parlamento europeo. Dependiendo del medio de comunicación que transmita los resultados, el sentimiento más generalizado es que han ganado terreno las formaciones de derecha; o de “ultraderecha”, como les encanta nombrar a esos partidos los medios de información con tendencia contraria. Pero no tanto como pronosticaban algunos alarmistas.
En España, Francia, Italia y Austria, ha ganado más curules la derecha, mientras que los partidos de izquierda, en general, mantienen el número de eurodiputados.
Como sea, todo sumado, el parlamento europeo ha resultado más conservador que antes de las elecciones, pero siempre con mayoría de los que ellos llaman “europeístas”; quizá porque, como ha escrito alguien: “en una Europa amenazada por la guerra, pesa más la seguridad que los derechos identitarios de las minorías”.
Otra lectura de lo sucedido es que los partidos más promotores de la causa ecologista y del ideario woke cada vez convencen menos, pues en el juego suma cero de las elecciones, lo que ganó la derecha lo perdieron esos partidos.
Por lo pronto, como en España el descenso de los eurodiputados de izquierda ha sido importante, la coordinadora general de SUMAR -una organización política que pretende ser aglutinadora de las fuerzas de izquierda-, ha presentado su dimisión y se retira de su cargo… pero no de su vicepresidencia segunda del gobierno español, ni de la presidencia del grupo parlamentario de izquierda, ni de su cargo como ministra de trabajo..
Otros medios más alarmistas subrayan que esa “derechización” de la política en Europa enciende las alarmas y hace pensar que un Trump no solo puede ocurrir en Estados Unidos, o un Milei solo en Argentina… sobre todo a la vista de los 835,000 votos y tres eurodiputados que Luis Pérez Fernández, conocido como Alvise Pérez, candidato del partido “Se acabó la fiesta” (nombre elocuente como pocos),obtuvo en España.
Una cifra notable para un joven político de treinta años que nunca ha aparecido en los medios tradicionales de información, y que apostó fuerte a su comparecencia en redes sociales… no solo mostrando su propuesta política, sino -dicen los medios- orquestando campañas de dimes y diretes (bulos, les llaman allá) acerca de sus rivales políticos, especialmente los candidatos del PSOE, pero no solo.
Lo que parece indicar que estamos ante un caso más de voto de castigo para los políticos de siempre, que viene como anillo al dedo para que medre un recién llegado al circuito.
Hay quienes ven a Alvise como alguien que encarna lo que los electores admiran: un joven político sin pelos en la lengua que se atreve a enfrentarse al sistema… una especie de “héroe de Marvel que ha venido a salvarlos a todos, a darles a cada uno muchísimo dinero con empleos increíbles y un harén de mujeres para cada uno”. Un estereotipo que suena bastante familiar en otras latitudes.
La fe que los electores tienen en personajes como él, tiene poco que ver con idiotez (como algunos pregonan), o con no haber abierto nunca un libro, ni pisado aulas de educación superior. Al final del día, uno no puede dejar de pensar que es solo eso: fe. Fe ciega. Un convencimiento que suele desarrollarse cuando las personas odian, o se sienten engañadas, o muy necesitadas, o muy impotentes, o la mezcla de todas las anteriores.
Esos políticos de promesas infinitas y maravillosas no han inventado la fórmula. Es lo mismo que antes hacían los comunistas: si usted no tiene casa, trabajo y dinero en el bolsillo es culpa del sistema (burgués)…Pero en estos dorados tiempos, como el sistema económico “funciona”, si los votantes no tienen plata en sus bolsillos, trabajo soñado y futuro asegurado es, entonces, culpa de los políticos anteriores… y, precisamente por eso, los advenedizos se hacen presentes con un aquí estoy YO para enderezar entuertos… y ganan.
Ingeniero/@carlosmayorare