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Cristianismo y cuidado de la creación

Los problemas ambientales preocupan al cristiano porque afectan a los seres humanos, a los empobrecidos. La situación mueve a asumir una actitud de denuncia ante la soberbia que destruye irreflexivamente las condiciones que hacen posible la vida humana.

Por Mario Vega

La Biblia puede ser usada para legitimar cualquier cosa, todo depende de la manera cómo se la interprete. Durante la década de los sesenta el relato del Génesis fue utilizado para que las iglesias tomaran distancia y cierta hostilidad hacia los movimientos ecologistas. El relato de la creación era utilizado para validar el uso ilimitado del mundo natural porque Dios había dicho: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla» (Génesis 1:28). También se criticaba en esos años a las iglesias por ser pronatalistas y favorecer la explosión demográfica.

En la década de los ochenta, con la agudización de las condiciones medioambientales, las iglesias entraron en una fase más reflexiva y comenzaron a tomar conciencia de otros relatos de la creación que debían tomarse en consideración. Por ejemplo, donde dice: «Dios el SEÑOR tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara» (Génesis 2:15). Este pasaje presenta al ser humano no como dueño del planeta sino como alguien que debe ser su gestor y administrador. La responsabilidad es la de cultivarlo y cuidarlo. Somos los encargados de un jardín que no es nuestro. Somos pasajeros que con relación a la edad de la tierra somos solo un abrir y cerrar de ojos. Dependiendo de cómo concibamos nuestro lugar en el mundo así cambia nuestra manera de relacionarnos con él.

En las últimas décadas los teólogos han investigado y escrito a fondo para releer las Escrituras y obtener nuevas conclusiones. El debate ecológico se ha convertido en un tema de fuertes raíces bíblicas y de responsabilidad cristiana. Para las iglesias, el cuidado del medio ambiente es una cuestión que no puede analizarse sin tomar en consideración su dimensión ética. No se puede separar el tema ecológico del social porque si hay contaminación, cambio climático, agotamiento de los recursos y pérdida de la biodiversidad, al final, quienes pagan las consecuencias siempre son las personas más vulnerables, quienes no tienen recursos para mudarse para tener agua limpia o para evitar las sustancias contaminantes.

Los problemas ambientales preocupan al cristiano porque afectan a los seres humanos, a los empobrecidos. La situación mueve a asumir una actitud de denuncia ante la soberbia que destruye irreflexivamente las condiciones que hacen posible la vida humana. El exagerado antropocentrismo de la cultura de usar y tirar ha destruido bosques con su fauna, contaminado ríos, provocado desastres y generado más pobreza. La minería metálica, que beneficia a poquísimos, afecta el medio ambiente volviéndolo no apto para la vida de las mayorías por períodos de cincuenta a cien años. Algunas veces pueden ser más.

El aporte del cristianismo a la preservación del medio ambiente, aparte de su dimensión ética, incluye la enseñanza de la austeridad. La llamada a la sobriedad y la sencillez se oponen al despilfarro y a la cultura del descarte. Al daño que provoca la acumulación, la ostentación y el derroche, las iglesias oponen la vida sencilla que comparte y disfruta de lo básico. Proponen un estilo de vida que se aleja de la visión lineal de comprar-usar-tirar, para acercarse a la imitación de la circularidad de la naturaleza. Como formadoras de nuevas generaciones, las iglesias influyen para que se produzca el paso de la cultura del consumo a la de la solidaridad. Para que esto sea más eficiente, se necesita el involucramiento de todos los creyentes.

Lo que se encuentra en peligro no es el planeta; éste seguirá existiendo como existió por eras sin los humanos. Lo que se encuentra en peligro es la humanidad, la cual es frágil y depende de un delicado equilibrio que se nos ha dado como un don. Es el regalo básico del que emanan el agua, la luz, el aire y los alimentos. La creación es un signo visible de la gracia del creador, el regalo constante que nos mantiene con vida, razón por la que debemos tratarla con mucho respeto. Dios se manifiesta a través de su creación, como si se tratase de un libro. Necesitamos una alfabetización ecológica para poderlo leer en consonancia con la propia Biblia, y así salir al mundo creado y cumplir el antiguo mandamiento de cultivar y cuidar el jardín que se nos dio prestado.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Medio Ambiente Opinión

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