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El lado oscuro de la Luna

La Clave del Cambio es la educación; es el primer paso para abordar problemas como la obesidad, el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción, la violencia en todas sus formas, etc. Informar a las personas sobre los riesgos y enseñarles a tomar decisiones saludables puede tener un impacto significativo. Enseñarles a conocerse a si mismos, a entender el pro qué de sus propias conductas. Y hacerlo desde la primera infancia.

Por Edward Wollants
Médico y abogado

El lado oscuro de la Luna es una analogía que nos invita a reflexionar más allá de lo evidente. En cualquier acontecimiento, sea fortuito o provocado, voluntario o no, debemos mirar más allá de lo que se nos presenta. La superficie visible es solo una parte de la historia; lo que no vemos, lo que no quieren que veamos, puede ser incluso más crucial. Este concepto es vital para un análisis profundo y completo de cualquier situación.


En nuestra vida cotidiana, a menudo somos bombardeados con información que forma una narrativa conveniente, dejando fuera aspectos esenciales que podrían cambiar completamente nuestra comprensión. Más allá de la superficie es fundamental considerar no solo lo visible, sino también lo oculto. Esto es especialmente cierto en el ámbito de los problemas sanitarios complejos, donde la tendencia es culpar a factores externos sin considerar la conducta del individuo.


Problemas sanitarios, por regla general, reciben un enfoque incompleto. Al abordar problemas sanitarios complejos, como la obesidad, el tabaquismo o el alcoholismo, la narrativa predominante suele centrarse en factores externos: productos, empresas, políticas. Sin embargo, esta visión deja en el “lado oscuro de la Luna” la realidad subyacente: la conducta humana.


La conducta del ser humano está inextricablemente vinculada a su salud. Exceptuando condiciones genéticas, todas las enfermedades relacionadas con el consumo de productos dependen en gran medida de las decisiones individuales. Estos procesos de toma de decisiones están mediadas por mecanismos neurobiofisiológicos. Reconocer esto no es culpar a las víctimas, sino entender la ciencia detrás de las acciones humanas.


Consideremos el ejemplo de la obesidad. Las políticas sanitarias a menudo se enfocan en la responsabilidad de la industria alimentaria, la disponibilidad de alimentos saludables y la regulación del etiquetado nutricional. Si bien estos son factores importantes, ignoran la parte esencial de la ecuación: la conducta del individuo. El consumo de alimentos de alto contenido calórico, a pesar de conocerse los riesgos (porque será muy difícil y poco representativo de la realidad, encontrar individuos que desconocen cuando consumen este tipo de productos), refleja decisiones personales influenciadas por una multitud de factores internos y externos.


Las campañas de salud pública suelen enfatizar la responsabilidad de las empresas y el gobierno, dejando de lado la necesidad de educación y concienciación individual. Es fundamental que la información sobre los riesgos y las decisiones alimentarias sea clara, accesible y basada en evidencia científica. La educación debería ser la piedra angular de cualquier estrategia para combatir la obesidad. La misma lógica se aplica al consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias psicoactivas. Las políticas de control y la regulación son importantes, pero también lo es entender por qué las personas eligen consumir estos productos. Las decisiones de consumo no se toman en el vacío; están influidas por el entorno, la educación, el acceso a la información y, crucialmente, por los procesos neurobiofisiológicos que gobiernan el comportamiento humano.


Los organismos internacionales y las políticas de salud pública a menudo evitan hablar de la responsabilidad del consumidor, prefiriendo centrarse en factores externos. Sin embargo, la evidencia científica muestra que el ser humano actúa y toma decisiones basadas en su comprensión y aprendizaje. Negar esto es ignorar una parte fundamental del problema. Para abordar eficazmente los problemas sanitarios, es necesario una perspectiva integral que incluya tanto los factores externos como la conducta individual. La educación debe ser una prioridad, proporcionando información valiosa que pueda ser internalizada y utilizada para tomar decisiones informadas. Pero ojo, hablamos de verdadera educación y no solo de aparentar que educamos, como viene a ser el tema de los etiquetados de advertencia.


Además, es crucial comprender cómo los factores del entorno refuerzan ciertas conductas y cómo se pueden cambiar esos entornos para fomentar decisiones saludables. La Clave del Cambio es la educación; es el primer paso para abordar problemas como la obesidad, el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción, la violencia en todas sus formas, etc. Informar a las personas sobre los riesgos y enseñarles a tomar decisiones saludables puede tener un impacto significativo. Enseñarles a conocerse a si mismos, a entender el pro qué de sus propias conductas. Y hacerlo desde la primera infancia.


Esto no significa exonerar a las industrias y a los gobiernos de su responsabilidad, sino reconocer que la solución debe ser multifacética. La educación debe ir más allá de la simple transmisión de información; debe involucrar a las personas en un proceso de aprendizaje activo que incorpore conocimientos en la memoria a largo plazo. Solo así se pueden cambiar hábitos y comportamientos profundamente arraigados. En resumen, para abordar de manera efectiva los problemas sanitarios complejos, debemos mirar al “lado oscuro de la Luna”. No basta con centrarse en los factores externos; debemos considerar la conducta humana y los procesos neurobiofisiológicos que la gobiernan. La educación es fundamental para capacitar a las personas a tomar decisiones informadas y saludables. Ignorar estos aspectos es simplificar demasiado la situación y perder la oportunidad de generar un cambio real y duradero. Los problemas de salud pública requieren una visión integral que reconozca la complejidad de la conducta humana. Solo entonces podremos diseñar estrategias efectivas que aborden tanto las causas externas como las internas, y así mejorar verdaderamente la salud y el bienestar de la población.


Médico y Abogado

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