Se iban a presentar el arquero y el peregrino, en la competencia de halcones de presa. Ocurrió en un festival de artes y deportes a campo abierto, donde se premiaba la audacia, destreza e imaginación de los participantes. Allí estuvieron Azores el cetrero con su halcón peregrino. El mismo que lo acompañaba en sus travesías por el océano, capturando pájaros y peces voladores. Júpiter, un arquero irlandés venció a los contrincantes. Iba con su hermosa mujer que, por azares del destino, resultó ser Magila, la amante abandonada; la de los cuentos del mar. La misma que –desde aquella noche alumbrada—quedara esperando años atrás el retorno de Azores y el volver de los cernícalos. Azores siguió como siempre: Tardío en llegar, tardío en responder. El tiempo le daba la respuesta. No podría ser de mujer alguna. Como ocurre con los traficantes y cetreros. Que tardan de volver en el deshielo. Que tardan en volver como los sueños. En sus viajes largos y riesgosos. “Nadie puede sospechar del cetrero peregrino. Nadie podrá sospechar en un hombre con su halcón que buscan el premio y la gloria” –dijo la vieja Sibila, profetiza del mar. (I)
El arquero y el peregrino
.