Las buenas monarquías engrandecen a las naciones que tienen la dicha de tenerlas, a diferencia de los países que, a falta de ellas, caen con frecuencia en oprobiosos regímenes, como ha sucedido con Rusia después que los bolcheviques asesinaran al zar, montaran la extinta Unión Soviética y propiciado el entronizamiento de un psicópata que asesina a todo opositor y ha lanzado una agresión contra Ucrania en la que centenares de miles de personas han muerto, incluyendo a gran parte del antiguo ejército ruso.
Es un enorme privilegio para nuestro país que Felipe VI, Rey de España, haya manifestado su deseo de visitar El Salvador.
Para muchos es inexplicable que él quiera estar presente en la toma de posesión presidencial de Bukele, considerada violatoria de la Constitución que prohíbe expresamente la reelección presidencial continua en una decena de artículos. Sin embargo, la presencia del Rey se explica más en un gesto hacia el pueblo salvadoreño que a un régimen acusado de graves violaciones a los derechos humanos y de oscuro manejo de fondos públicos y otras gestiones del Estado.
Por las venas de Don Felipe corre la sangre de cien reyes, sangre de conquistadores, de grandes personajes como Enrique IV de Navarra…
“Noblesse Oblige” reza una frase francesa que significa que reyes y personajes de alcurnia están obligados a desempeñarse con honor a su linaje, a las posiciones que ha logrado con su esfuerzo, a legados intangibles de hacer el bien, de familias con conciencia moral, servicio a otros y a sus comunidades.
Las monarquías actuales, la británica, la holandesa, la danesa, la sueca, la tailandesa, el Gran Ducado de Luxemburgo, todas limitadas en su poder por la ley y los sistemas políticos vigentes, se esfuerzan por ser un ejemplo de gracia, donaire, cortesía para sus conciudadanos…
La reina Máxima de Países Bajos, nacida en Argentina y que conoció al rey Guillermo Alejandro cuando reiteradamente éste le reclamaba por fotografiarlo, ha llevado al trono un don de gentes, una alegría y cordialidad, el estar presente en prácticamente todo lo que de importancia sucede en la vida pública además de presentarse casi sin aviso en escuelas de niños, actividades artísticas, ponerse a nadar con otras señoras en los canales de Amsterdam para mostrar que están libres de contaminantes, es un ejemplo viviente para todo neerlandés.
“Como compartimos todo lo humano”, como tan hermosamente lo expresó el poeta romano Horacio, los problemas de salud de la casa real británica nos conmueven, como afligen y preocupan a toda la buena gente del mundo…
Por envidia fue que Caín asesinó a su hermano Abel
Los reyes de Noruega usan los transportes públicos en ocasiones y se les ve caminar, al igual que los miembros de la familia real sueca, por la calle, entrando a comercios a hacer sus compras, como en ocasiones hacía Angela Merkel, la gran figura de la política alemana contemporánea.
Lo mismo se puede decir de la Casa Real española: son un ejemplo de cordialidad como asimismo de elegancia y gracia en sus posturas.
Esto no lo comprenden aquellos que caen presa del “socialismo”, la doctrina de la envidia y el odio de clases, que resiente lo que de bueno tengan otros, lo que les lleva a oponer y, según ellos, “burlarse” tanto de la monarquía como de la excelencia en muchos campos…
El primer crimen que registra la Biblia es el asesinato de Abel por su hermano Caín, movido precisamente por la envidia…