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Memoria histórica

Sí, es importante que no se borre el recuerdo físico de Monseñor,  pero es más importante que su mensaje no tarde años en permear a la sociedad. Una sociedad equitativa y justa depende de todos nosotros, los salvadoreños. Espero que este tema del mural nos haga meditar  que como Iglesia somos responsables que la semilla que Monseñor Romero sembró con su martirio dé frutos de paz y perdón en El Salvador.

Por Carmen Maron
Educadora

Monseñor es y siempre ha sido un santo de conveniencia para los salvadoreños, aunque nos duela admitirlo. Se le utiliza para muchas cosas:  criticar a los gobiernos pasados, presentes y futuros, como arma de los políticos de todos los partidos, como excusa para atacar a los políticos de todos los partidos, para medir al Arzobispo cuando no se está contento con él, para pancartas en marchas desde siempre y  para quitar cuadros en su nombre de las paredes de Asamblea Legislativa... y para cambiarle nombre a aeropuertos también.

     Muchos se preguntan cuál es el valor histórico del mural que ha sido noticia en los últimos días. Contexto. El 24 de marzo del 2010, el ex-presidente Mauricio Funes pidió perdón, en nombre del Estado Salvadoreño, por el asesinato de Monseñor Romero. No me voy a extender en la persona de Mauricio Funes y sus motivaciones para hacerlo. Pero haya sido como haya sido, el perdón  era un acto de reparación necesario y sanó muchos corazones. Además de eso, abrió una era, que eventualmente llevó a Monseñor Romero a los altares, en que por primera vez se pudo hablar abiertamente de su persona, al menos en ciertos círculos eclesiásticos y sociales.

     Sin embargo,  los católicos salvadoreños  hemos seguido pecando de pensamiento, palabra, obra y omisión en el tema de la memoria y legado de Monseñor Romero. El mural en cuestión tuvo que haber sido nuestro. Y siempre surgen preguntas  ¿Por qué como católicos nunca le hemos dado a Monseñor Romero el lugar que se merece? ¿Por qué sigue siendo un santo al que muchos católicos salvadoreños ignoramos o del cual nos desligamos?  Es triste              -pero no sorprendente- que mientras  fuera de las fronteras patrias se entiende el pensamiento de Monseñor Romero a cabalidad, nosotros discutimos aún si es comunista o no; que mientras que sus homilías son estudiadas por intelectuales de todas las denominaciones, nosotros sólo conozcamos la frase “cese la represión”; y que mientras que en la misa de su canonización el Papa Francisco usó el cíngulo que llevaba puesto aquella tarde que lo asesinaron, en El Salvador seguimos haciendo peregrinaciones que cuestan miles de dólares a miles de millas de distancia para ver a “santos”, en lugar de ir a Ciudad Barrios.

  Es válido exigir que se respete el valor histórico y religioso de un mural, pero eso no tiene mayor efecto en la memoria histórica mientras el  “Diario” del salvadoreño más ilustre no sea de lectura obligatoria, al menos en los colegios católicos, y su vida y legado sean voluntariamente desconocidos por sectores de la Iglesia que, cincuenta años después, se niegan a reconocer el error que la sociedad salvadoreña acomodada cometió con Monseñor Romero. La memoria histórica se crea y se fomenta en un ejercicio de humildad y búsqueda de la verdad. Y no, no son las jerarquías católicas quienes hacen santa a una persona, es el pueblo. Y sólo una parte del pueblo católico salvadoreño ha podido  hacer santo a Monseñor con limpio corazón.

   En esa penúltima homilía, la de “cese la represión”, Monseñor dijo algo que nos debería infundir un respeto santo: “LA HISTORIA NO PERECERÁ, la lleva Dios. Por eso digo, en la medida en que los proyectos históricos traten de reflejar el proyecto eterno de Dios, en esa medida, se van haciendo reflejo del Reino de Dios...”. (Homilía, 23 de marzo de 1980).

    Sí, es importante que no se borre el recuerdo físico de Monseñor,  pero es más importante que su mensaje no tarde años en permear a la sociedad. Una sociedad equitativa y justa depende de todos nosotros, los salvadoreños. Espero que este tema del mural nos haga meditar  que como Iglesia somos responsables que la semilla que Monseñor Romero sembró con su martirio dé frutos de paz y perdón en El Salvador.

    Y espero que, en ese espíritu de perdón, ese mural tan hermoso adorne algún día una capilla en el aeropuerto, para consuelo de todos los viajeros acongojados y enfermos y como bienvenida y despedida a los peregrinos que vienen a seguir los pasos de San Romero de América.

    San Óscar Romero, ruega por este país que amaste tanto, y por la Iglesia, con la cual quisiste sentir, para que busquemos siempre el perdón y la paz

Educadora

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Historia Salvadoreña Opinión

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