Amar es vivir la frase de amor, la antigua prometida luz de un viejo sol. Las hojas maduras se desprenden del desnudo ramaje. El mismo que mañana renacerá en trinos y retoños. Rhada ha guardado silencio, sin decir palabra alguna. Desde hace muchos años ya no canta la copla infantil de “La piñata tiene caca... tiene caca... cacahuetes”, cual si fuera un nostálgico y olvidado cantar de su niñez florida. La tarde incendia el dorado pasto de su cabellera. Bicha entristecida. Traza con su dedo una ruta en el cielo que muere sobre el joven Moro, como si él fuera el final de su sueño. Quiere jugar nuevamente al amor, pero no se atreve a pronunciar palabra. Y mirándole a los ojos –amándole más que nunca— baja la mirada como si empezara ella misma a renacer en el ave canora. “Solos llegamos al juego maravilloso de la vida y solos nos iremos al final. Finalmente habremos de olvidarnos, amado mío”–concluyó. Aunque sabía que -aún más allá del triste adiós- aquello sería un imposible. Los eternos amantes concluyeron que -apesar de intentarlo- no sabrían olvidar, pero un ángel al oído les dijo cómo hacerlo. Entonces -esbozando una sonrisa de felicidad- cerraron sus ojos. (y XV) de: “El Juego de la Vida y la Vida en un Juego”©C.Balaguer
El ángel que les dijo cómo olvidar
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