“El juego de amarnos no termina –dijo Rhada al niño amante de su lejana niñez. Morir, decir adiós, no es siempre una separación, Moro querido. Es quedar uno dentro del otro; transmigrar del sueño al polvo y del polvo al mineral. Después viajar a la semilla, al cielo y la flor. Es transformarse en perfume y luego amanecer para volverno a encontrar en un sueño divino hecho realidad —dijo, viendo en derredor con feliz asombro. Amarse es el soñar del Creador a través de tus ojos -continuó. Llegamos desde la nada y a ella volveremos, porque antes ya éramos de allá. Y yo habré de renacer en el vuelo de un canario para volver a tus manos, a tu magia y tu mirar.” Su cuerpo iba cediendo lugar al otro actor que buscaba el drama de la suerte. El juego sería destruido por las cáusticas sales de plata del destino. Tomados de la mano, vieron por la ventana. Las olas se estrellaban contra el muelle y la borda del barco. El mismo que zarparía con Rhada rumbo a las distantes y soñadas islas Azores. En su mástil volaba una bandera de trapo, como diciendo “adiós” entre la fría ventisca. Luego la niña de ayer se durmió en el hombro de Moro. Como soñando la vida turquesa y eterna de su amor. (XIV) de: “El Juego de la Vida y la Vida en un Juego”©C.Balaguer
Viaje a las Azores
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