Clara Isabel Alegría Vides nació en Estelí (Nicaragua), el 12 de mayo de 1924, como parte del matrimonio habido entre la dama santaneca Ana María Vides Siguí y el médico y unionista nicaragüense Dr. Daniel Alegría Rodríguez, quienes enlazaron sus vidas en la salvadoreña Catedral de Santa Ana, a las 09:00 horas del 29 de julio de 1923.
Debido a que su progenitor era un liberal convencido y opuesto a la presencia estadounidense en su tierra natal, fue acosado por las tropas de ocupación, quienes llegaron a dispararle a su esposa mientras cargaba en brazos a la futura escritora. Para huir de esas tensiones, se trasladaron a El Salvador cuando la niña apenas tenía nueve meses.
Sus estudios primarios y secundarios los efectuó en el Colegio José Ingenieros –institución de corte progresista, dirigida en Santa Ana por su tío teósofo Ricardo Vides Siguí-, los que combinó con su intensa lectura personal de los clásicos franceses, obtenidos en la rica biblioteca de su abuelo materno, graduado como médico en la capital francesa.
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Mitómana y obsesionada, negada para el aprendizaje de la música y la danza, la joven leer y escribir mucho, a veces encerrada en la clínica y estudio de su padre, quien se opuso a que, una vez finalizados sus estudios de bachillerato en Teneduría de Libros (diciembre de 1939) estudiara medicina en la Universidad de El Salvador, por temor a las bromas que los estudiantes se hacían entre sí con los restos anatómicos analizados.
En su casa santaneca, la joven tuvo ocasión de escuchar, conversar y entablar amistades duraderas con personalidades literarias nacionales e internacionales, como Salarrué, Alberto Guerra Trigueros, Serafín Quiteño, Claudia Lars, el mexicano José Vasconcelos (Oaxaca, 28.febrero.1882-México D. F., 30.junio.1959) y el guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Allí fue bautizada como Claribel, su alias literario, por Vasconcelos, cuando ella tenía seis años.
Gracias al escritor y docente salvadoreño Francisco “Indio” Luarca (1892-1975), Claribel pudo ver publicados varios de sus poemas en la revista Repertorio americano, publicada en San José (Costa Rica) por el destacado intelectual Joaquín García Monge, la cual contaba con amplia circulación y prestigio hispanoamericano.
Ante la inicial oposición de su progenitor, finalmente logró que la enviara a Estados Unidos junto con su hermano Daniel, quien iniciaría sus estudios secundarios en New Orleans. Gracias a las gestiones hechas por Vasconcelos, Claribel logró ser admitida en un colegio femenino de Hammond (Louisiana), en el que la joven escritora aprovechó para inscribirse en el último año de high school (bachillerato estadounidense), en procura de dominar el inglés, aunque nunca abandonó su marcado acento en la pronunciación y conversación.
En compañía de su madre y de su hermano, el jueves 13 de mayo de 1943 emprendieron viaje por vía terrestre hacia Guatemala, donde la joven escritora se entrevistó con el poeta Francisco Méndez, a quien le confió varios poemas, dos de los cuales (titulados Soy una vela sola y Al fondo del estanque) fueron publicados por el diario El imparcial, junto con una reseña elogiosa redactada por el escritor guatemalteco. Todos esos textos fueron retomados por el santaneco Diario de Occidente, en su edición del miércoles 19 de ese mes y año. El viaje continuó hasta la capital mexicana, adonde acudieron para agradecerle a Vasconcelos el apoyo brindado. Él aprovechó para presentarlos con destacadas figuras del ambiente artístico y literario de la capital mexicana, entre las que se destacó la del polígrafo Alfonso Reyes (Monterrey, 17.mayo.1890-México D. F., 27.diciembre.1959), según le contó Claribel a su padre, en una carta de la que fue retomada la información difundida por Diario de Occidente, en la portada del jueves 27.
Tras arribar a suelo estadounidense y viajar por varias de sus ciudades, su progenitora permaneció con Claribel durante pocos días, luego de los cuales retornó a la capital guatemalteca, donde se reunió con su esposo y regresaron juntos a la urbe santaneca, a la que ingresaron en la noche del jueves 23 de septiembre de 1943.
Tras escribirle una carta al exiliado poeta español Juan Ramón Jiménez Mantecón (Moguer, 1881-1958), él le respondió que ya conocía algunos de sus poemas, publicados en 1942 en la revista cultural costarricense Repertorio americano: “No sabes cómo me ha gustado tu espontaneidad, lo mejor de la vida. Yo también soy franco y vivo. / Dices que pensaste una vez en ir a mi España a conocerme. Pues ahora estamos más cerca. ¿Por qué no vienes, aunque sea por poco tiempo? ¿Cuándo te piensas volver a tu Salvador? / Escríbeme largo y cuéntame de tu vida, y escribe versos y prosa y mándamelo todo. Me parece que vamos a ser buenos amigos. Eres sencilla y eso me encanta.”
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En las vacaciones de fin de año de 1943, Claribel y su hermano Daniel se fueron en autobús desde Hammond hasta la capital estadounidense y se quedaron en casa de los poetas españoles. Tras la primera cena, Jiménez le ofreció ser su mentor, pero había un problema. Claribel recién había ganado una beca de cuatro años para estudiar Filosofía en la Universidad de Loyola. El autor de Platero y yo le planteó que iniciara allá, pero que él lograría su traslado a una universidad cercana al Distrito de Columbia.
El 9 de septiembre de 1944, Claribel arribó en tren a Union Station (Washington D. C.), donde la esperaban Jiménez y su esposa Zenobia Camprubí Aymar (Magrat, 1887-1956), quienes por entonces vivían en Dorchester House en el 1353 de Dorchester Avenue (Maryland), antes de trasladarse a una amplia casa de madera en Queensbury Road, en Riversdale. Pocos días más tarde, en una carta fechada el 15 de ese mes, Zenobia comentó que Claribel era “una chiquilla que acaba de llegar de un convento en Nueva Orléans para estudiar aquí, en la Universidad de George Washington”. Diarios y cartas de ambos españoles comenzaron a llenarse con referencias constantes a la joven salvadoreña.
En otra misiva, la poeta y catedrática de la Universidad de Maryland anotó: “Esta carta [del 4 de octubre de 1944] la interrumpió la llegada de Claribel, la chica salvadoreña que venía a traernos regalos con el primer sueldo que se había ganado... Es una chica muy alegre cuyo padre, un médico conocido, tiene muy buena posición económica, pero el cambio es desastroso para los «latinoamericanos», todos. Así que, una amiga nuestra la colocó medio día en su oficina y la chica se siente feliz de ganar más que lo que le mandan sus padres y, con la primera entrada, se ha venido a vernos cargada de regalitos, ¡¡la pobre!!”. Aquel puesto era por las mañanas, como traductora y secretaria en la Unión Panamericana (después llamada Organización de Estados Americanos, OEA, 1948), un salario digno que le permitió pagarse las matrículas y mensualidades de la residencia estudiantil International House y la George Washington University, donde cursó su Bachelor of Arts, con especialidad en Filosofía y Letras y del que se graduaría en 1948.
Desde antes de conocerse en persona, la pareja de intelectuales españoles le tomó cariño a Claribel y a su hermano Daniel, a quien Juan Ramón le envió un ejemplar autografiado de Platero y yo, un chaleco para el frío y otros presentes, así como una fotografía suya para Claribel. “Me gustas porque me pareces tan natural, tan espontánea y tan verdadera, y estas son las cualidades que yo prefiero en mis amigos. Yo conozco mucha jente pero elijo a mis amigos. (Claro que ellos tienen el mismo derecho de elejir)”, escribió en una misiva en la que sobresale la J tan juanramoniana.
La pareja española se convirtió en mentora y anfitriona de aquella joven salvadoreña. Iba con ellos a conciertos y museos, departía cenas en su casa, marchaban al cine, intercambiaban libros y obsequios, Zenobia le preparaba cena y se marchaba a dormir cuando Claribel llegaba para recibir clases de poesía con Juan Ramón (como ocurrió el miércoles 23 de marzo de 1945) y daban caminatas por casas antiguas de la capital estadounidense, como la que se produjo en octubre de 1945, cuando visitaron los alrededores de la residencia familiar de George Washington. A lo lejos, se apagaban los bramidos de la Segunda Guerra Mundial en el frente del Pacífico.
Claribel visitaba a su mentor a diario, en la Casa Dorchester. Estudió y escribió duramente, día y noche, durante casi tres años (1944-1946), los cuales combinó con su trabajo de media jornada y sus cursos universitarios. Juan Ramón la torturaba con lecturas de autores clásicos y fundamentales de la literatura hispánica y también con diversas prácticas: dos veces por semana debía llevarle un poema escrito, que él despedazaba con su característica visión de esteta, enemigo del desorden, de la suciedad y la ramplonería.
Aunque muchas veces sucumbió a las lágrimas nocturnas en la soledad de su cuarto estudiantil, esos años de trabajo rindieron frutos para Claribel con la adquisición de una gran capacidad para establecer belleza en sus metáforas y figuras, el recorte justo de sus versos y otras técnicas literarias. Todo eso se materializaría en la publicación del poemario Anillo de silencio (México, Botas, 1948, 90 págs.), recopilado y corregido por el escritor ibérico y mecanografiado por su esposa Zenobia, cuya edición y prólogo corrieron a cargo de José Vasconcelos.
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En 1947, Claribel encontró novio y futuro esposo en Bud Flakoll. Las preocupaciones de Zenobia y Juan Ramón expresadas antes se disiparon: “Claribel tiene aquí ocasión de cultivar sus aficiones artísticas y que lo hace con gran entusiasmo: se lee todo lo que él le recomienda; no pierde un buen concierto; visita todos los museos y con todo eso disfruta muchísimo. Pero, en cambio, por lo mismo que esta criatura goza tanto de todo, se ha adaptado tan perfectamente a todo y ha tomado el terreno con tanta facilidad, nos preguntamos si luego no echará esto muy de menos a su regreso al Salvador”. Claribel salió al mundo a cultivar familia, libros, luchas y premios, pero no dejó de visitar a Juan Ramón y enviarle sus libros con dedicatorias. Lo demás es ya historia conocida.
Con casi ochenta años en sus espaldas y tras una vida fructífera en múltiples sentidos, Claribel inició un proyecto de memorias desde el afecto. Así gestó su libro Mágica tribu (Córdoba, España, Berenice, 2007, 165 págs.; segunda edición, San Salvador, Índole Editores, 2008, 136 págs.), dedicado a rememorar y rendir homenaje a sus entrañables amistades con Juan Ramón y Zenobia, así como con otros escritores como de talla mundial como Juan Rulfo, José Vasconcelos, José Coronel Urtecho, Roque Dalton, Mario Benedetti, Miguel Ángel Asturias, Robert Graves, Julio Cortázar y Salarrué.
Claribel trascendió en Managua (Nicaragua), el 25 de enero de 2018. Para entonces, ya era poseedora de la nacionalidad de su madre, pero, más allá de la legalidad, era una de las escritoras centroamericanas más importantes de todos los tiempos.
El autor agradece el apoyo documental recibido de Rocío Bejarano Álvarez y Teresa Rodríguez Domínguez, del Centro de Estudios Juanramonianos- Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, España).