El pasado 5 de mayo de 2024, en su cuenta de la red social X, el presidente Nayib Bukele resaltó el trabajo realizado desde 2015 —durante su gestión municipal— en el centro de San Salvador, en un afán por rescatarlo y transformarlo en un polo de desarrollo económico, turístico y cultural.
Además, anunció que tal y como se lleva a cabo actualmente la revitalización del centro capitalino, está en proyecto realizar similares trabajos en el resto de centros históricos del país, que solo son tres más: Santa Ana, Sonsonate y San Miguel.
Sin embargo, un grupo de ciudadanos, intelectuales y académicos temen que dichos planes resulten tan arbitrarios como lo ha sido la reciente intervención en el Palacio Nacional de San Salvador.
La diputada Suecy Callejas alertó en sus redes, el pasado 3 de mayo, de que las instalaciones del Teatro Nacional y el palacio permanecen cerradas por trabajos de mantenimiento, trabajos “fuertes”.
Pero resultó que las fotos de esos trabajos “fuertes” en el palacio, que se filtraron en redes sociales, indignaron a muchos al ver como las baldosas hidráulicas de más de 100 años del primer nivel fueron destruidas, al igual que el jardín central del inmueble, que es parte del patrimonio cultural arquitectónico de El Salvador.
La indignación creció aún más, cuando los restos de las baldosas aparecieron entre el ripio arrojado a la quebrada del río Las Cañas, en Soyapango, que los medios de comunicación denunciaron.
Sobre todo, porque, como lo afirma el arquitecto Carlos Ferrufino, del Departamento de Organización del Espacio de la UCA, el valor de estas es insustituible.
Y aunque sí se pueden reemplazar por nuevas baldosas similares, porque aún hay ladrilleras que las fabrican en San Salvador, ya no son históricas.
Luego, se conoció que una de las cinco araucarias del jardín central, de más de 100 años, fue trasplantada sin el debido proceso de preparación hacia un agujero ubicado, en la 2° calle poniente. Lo que se desconoce es que tipo de trabajos se ejecutan en el Teatro Nacional.
Y ¿qué ocurre si un Centro Histórico —que es un conjunto arquitectónico vivo con pasado, presente y futuro— pierde poco a poco esas características que lo hacen único, singular y valioso para una nación? Bueno, la lógica indica que deja de tener esa categoría para convertirse solo en un centro fundacional.
“La oficina del Centro Histórico tiene que cuidar la historicidad del mismo centro. No se llama centro histórico porque esté ahí, es porque cuida una serie de estructuras que tienen valor histórico. Ahora bien, nuestro centro histórico está constituido por una serie de predios históricos: ‘aquí estuvo antes tal cosa, pero ya no está’. Es una cuestión de ir hacia el pasado, pero tratar de reconstruirlo de cara al presente y al futuro…”, enfatizó el historiador salvadoreño residente en Barcelona Carlos Cañas Dinarte, quien fue el primero en dar la voz de alerta sobre lo que ocurre en el palacio.
En este punto, hay que recordar que no es el único inmueble con valor patrimonial que ha sido irrespetado en el centro capitalino, pese al título de bien cultural que ostenta desde el 2008. El antiguo edificio de la Biblioteca Nacional fue destruido, pese a que un grupo de profesionales aseguró que podía recuperarse y restaurarse. “Lo que puedo decir objetivamente es que el antiguo edificio de la biblioteca no había por qué demolerlo”, aseveró el arquitecto Ferrufino.
Otra perdida lamentable fue la del quiosco del Parque Bolívar, que fue construido en 1908 y que logró rescatarse de una inminente demolición durante la gestión de Ernesto Muyshondt. Con más de 110 años de antigüedad, finalmente fue destruido.
Al especialista en restauración, arquitecto Joaquín Aguilar —quien participó en el rescate del Palacio Nacional de San Salvador en los años 90—, le sorprendió que la demolición del quiosco no causara la indignación que generó la destrucción de las baldosas del palacio, pese a que era igual de valioso para el centro histórico capitalino. Pero el palacio es un emblema nacional.
Tanto Aguilar como Cañas Dinarte, aplauden que la ciudadanía denuncie esos desaciertos que atentan contra la conservación del tesoro cultural de los salvadoreños, mismo que debe ser protegido por el Estado, según se establece en la Constitución de la República, en la Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural, en el convenio de la UNESCO firmado por el país, o en la más reciente Ley de Creación de la Autoridad de Planificación del Centro Histórico de San Salvador (APLAN).
“La historia no se demuele, los edificios patrimoniales no se demuelen. La idea es conservarlos, la idea es estudiarlos, la idea es proponer,desde su estado actual, su futuro (dimensión económica, cultural y turística), pero eso no significa que vamos a llegar con la primera pala, piocha y almádana a destruir lo que ya estaba”, recalcó Cañas Dinarte.
Cuidar ese valor que hace único y singular al centro de San Salvador es prioritario, si se desea convertirlo en un polo de desarrollo.
Por el momento, los académicos consultados coinciden al afirmar que el piso destruido se podría sustituir con nuevas baldosas, si hay voluntad para hacerlo.
Y recomiendan que para continuar con la revitalización del centro, la APLAN se apoye en profesionales especialistas en las distintas disciplinas que abarca tal proyecto, para evitar más pérdidas irreparables del valor histórico del centro que lo hace tan valioso para el país.
Y finalmente, enfatizan que es responsabilidad de Cultura informar a los ciudadanos los detalles de este tipo de proyectos, con los nombres de los especialistas que los encabezan. No guardar silencio.