Hasta hace muy poco los viajeros en la zona oriental del mar Mediterráneo tenían dos opciones: visitar Israel o conocer Palestina y, por extensión, los países árabe-musulmanes de la región, incluyendo Egipto con toda la riqueza histórica y arqueológica que encierra.
En ese entonces era posible pasar de Palestina a Israel, pero no de Israel a Palestina, por lo que una persona muy cercana a nosotros decidió por el mundo islámico, que incluía Líbano, Siria, Iraq, Palestina, Jordania y, sobre todo, Egipto.
En ese entonces tanto Belén como el Santo Sepulcro y el Gólgota, en la Ciudad Vieja, estaban del lado palestino adyacente a Jerusalén en Israel.
Cuenta mi amigo que en esa parte de Palestina muchos comercios tenían nombres de familias que, en su inmensa mayoría cristianas, emigraron a América y se asentaron, entre otros países, en El Salvador, donde progresaron.
En ese entonces el Mar Muerto, el sitio terrestre más bajo del mundo, estaba en Palestina y quienes se metían a nadar en esa salmuera flotaban, necesitando ducharse y lavarse un buen rato para librarse de la sal. En la antigüedad los egipcios sacaban sustancias del agua con las cuales, agregadas a otros productos, embalsamaban los cadáveres, las momias que al día de hoy maravillan al público en muchos museos, ya que con frecuencia y, además de las inscripciones en jeroglíficos, tenían pintado el rostro del difunto.
Esas momias y las inscripciones nos informan sobre lo que era la vida en Egipto, sus creencias, su ciencia, su tan particular visión del cosmos.
Volvamos a Palestina. Entre los territorios del Estado de Israel y Palestina debió erigirse en los últimos años una colosal muralla, no sólo para controlar el paso de terroristas suicidas a Jerusalén, sino también para enfrentar el disparo de cohetes desde Belén u otras poblaciones. Sin embargo, a ambos lados de la muralla el peregrino encuentra hospitalidad y atención.
De allí nos vamos a Bagdad, donde la tradición sitúa a Herum el Rashid, el sultán de un reino fabulosamente rico y poderoso, la figura tras Las Mil y una Noches, las alfombras mágicas sobre las cuales se podía volar, Alí Babá y los Cuarenta Ladrones (un modestísimo número considerando los grupos políticas de cualquier paisito de la actualidad )...
En Sumeria están Ur y Uruk, ruinas de imperios desaparecidos
En Iraq se encuentran los restos de las principales civilizaciones sumerias, que al lado de las del Valle del Indus se reputan ser las primeras ciudades organizadas, entre ellas Ur de los Caldeos, la patria de Abraham, el mítico personaje que dio origen tanto a judíos como a árabes.
En la Biblia se narra cuando Abraham, de cien años, iba a sacrificar a Isaac pero el mismísimo Yahvé detuvo su mano y hasta le suministró un pobre cabrito para la ceremonia, hecho que, debemos confesar, parece que son fake news, “pero nunca se sabe”...
Toda esa zona de Sumeria es desértica y en ella se encuentran ruinas de las que en su momento fueron capitales de reinos que la mayor parte del tiempo se hacían la guerra, saqueaban y con el paso de los siglos desaparecían.
Allí están los restos de la Torre de Babel, un “zigurat” que en forma de espiral llevaba a los sacerdotes más cerca de los dioses según su buen entender, donde debido al empleo de diversas lenguas de los encargados soberbios de la obra, Yahvé los condenó a no entenderse entre sí y a dispersarse.
Yahvé iba de un lado a otro poniendo orden, pero la tierra en que nació su Unigénito no encuentra la paz aún...