Una reventazón de cohetes de vara, a plenas 4:00 de la madrugada, en la casa de la mayordoma Marcela Rodríguez, anunció a los habitantes de Panchimalco que el gran día de la cuadragésima segunda edición de la Fiesta de las Flores y las Palmas había iniciado.
A pocos minutos de que la alborada iluminará el cielo con un destello de colores, las personas salieron de sus hogares rumbo a casa de la mayordoma Rodríguez para disfrutar de bebidas calientes y, posteriormente, a ser parte de una procesión que culminó en la casa de la capitana de las flores, Filomena Chicas.
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La alegría de celebrar un año más a su patrona, la Santa Virgen María, se percibía en sus rostros y en la amabilidad con la que atendieron a los turistas nacionales e internacionales que llegaron desde temprano a ser parte de esta colorida fiesta.
Mientras las calles y parques de Panchimalco se pintaron de color, música y danza, en las casas de las mayordomas el trabajo fue intenso. Un grupo de mujeres y hombres prepararon grandes cantidades de comida para dar a las personas que los visitaron; otros se encargaron de adornar los altares de la Virgen del Rosario y de la Inmaculada Concepción; y a las afueras de las casas los turistas ayudaron a colocar en las hebras de las palmas secas las coloridas flores que formaron parte de la procesión por la tarde.
María Elena Flores llegó a las 10:00 de la mañana a la casa de la mayordoma Rodríguez para involucrarse en la decoración de las palmas. Según comentó, esta es una promesa que le hizo a la Virgen María por un milagro recibido. Tiene más de ocho años de asistir.
“Estoy muy feliz de volver a esta tradición. Yo tengo más de ocho años de asistir con mi familia y nos ponemos a colocar las flores en las palmas, es un trabajo difícil porque hay que tener práctica y paciencia, pero se hace de todo corazón para nuestra Virgen María”, resaltó Elena.
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Por su parte, Isabel Ramírez, una de las 25 mujeres que trabajaron en la casa de la capitana Filomena Chicas, indicó que desde el día anterior iniciaron con los preparativos para poder recibir a los turistas con sopa de res, tamales de pollo, frescos naturales y el tradicional pan picado.
“En esta cofradía de nuestra Inmaculada Virgen de Concepción cada año nos reunimos más de 25 mujeres para trabajar en todo lo que respecta a la comida. Todas tenemos roles diferentes. Unas van al molino y cortan las verduras; otras limpian y parten la carne; y las demás se encargan de preparar las bebidas. Todas tenemos que estar listas para recibir a cientos de personas”, agregó Ramírez, quien desde hace décadas es parte de la festividad.
Para esta tradición es común que en las casas de la capitana y mayordoma regalen a los turistas pan picado con café o chocolate, sopa de res, fresco de ensalada y la tradicional chicha.
“Para ser mayordoma tienes que hacer rosarios todos los sábados durante un año en la casa. Y para esta fiesta, los preparativos se inician el sábado en la noche con la elaboración de tamales que se dan hoy, y ese mismo día se va a traer la virgen a la iglesia. Hoy se da comida y bebidas y luego se hace la procesión”, destacó la mayordoma Rodríguez, de 21 años.
Al llegar las 2:30 de la tarde, las estrechas calles de Panchimalco se convirtieron en un espectáculo visual con la Solemne Procesión de las Flores y las Palmas en honor a la Virgen María, que arrancó desde las casas de la capitana y la mayordoma y culminó en la parroquia de la Santa Cruz.
Los turistas fueron testigos de un verdadero estallido de color al ver desfilar a habitantes con vestimenta autóctona, entre palmas llenas de flores de temporada, cánticos e incienso.
Los Historiantes encabezaron el recorrido, mientras que en medio de la multitud, mujeres vestidas con trajes típicos cargaron las imágenes de la Virgen María, la Virgen del Rosario y de la Inmaculada Concepción.
“Esta es una tradición que nos llena de orgullo y alegría cada año. Es una oportunidad para mostrarle al mundo nuestra rica herencia cultural y nuestras tradiciones ancestrales”, resaltó Juana de Paz, oriunda del distrito.
La festividad terminó con una solemne misa en la parroquia Santa Cruz, en donde se consagraron fieles católicos para adorar a la Virgen María.