México ha pedido que Ecuador sea suspendido de las Naciones Unidas a raíz del operativo policial para sacar de la embajada mexicana a Jorge Glas, un individuo culpable de actos de corrupción que durante la presidencia del igualmente corrupto Rafael Correa, ahora fugado en Bélgica, fungió como vicepresidente.
Al régimen de Correa, que se presentaba en la televisión rompiendo periódicos como muestra de su desdén por las publicaciones que le eran críticas, se le ha señalado de haber maquinado un plan para asesinar a un opositor, lo que no pudo llevar a cabo.
Para nada es justificable un acto como ese, pero el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, afirmó que “no se arrepiente” de haber ordenado la invasión de la embajada mexicana, pues México también violó la Convención de Viena sobre asilo y relaciones diplomáticas al alojar a un convicto de crímenes no políticos.
Realmente el asilo al que se refiere la Convención de Viena es para perseguidos políticos, no para maleantes, homicidas o corruptos, ni menos cuando éstos han sido condenados a servir penas de cárcel por lavado y enriquecimiento ilícito, como el caso del expresidente panameño Ricardo Martinelli, gran comparsa de Funes —el mismo a quien se acusa del saqueo de 351 millones de dólares de los salvadoreños— y al que se le condenó y que está ahora metido en la sede de la embajada de Nicaragua “viviendo a lo grande”, como igualmente podría estar allí un traficante de droga como fue otro panameño, el exdictador Manuel Noriega, a quien un operativo militar de Estados Unidos capturó y encarceló en 1989.
Pero antes de su captura, Noriega debió soportar el acoso y la música rock estridente que las tropas de Estados Unidos hacían sonar todo el día frente a la Nunciatura Apostólica (embajada del Vaticano) en Panamá, donde se había ido a refugiar, hasta desesperarlo y hacer que se entregara. Noriega murió en 2017 tras pasar décadas tras las rejas.
En la actualidad, el gobierno panameño se ha opuesto a que el régimen de Nicaragua —que se ha convertido en refugio de corruptos, seguramente mediante el cobro de millones— saque a Martinelli de Panamá, de la misma manera que querían hacerlo los mexicanos con Glas y que se vio frustrado por la toma de la misión.
Incluso, se informa que las autoridades panameñas han montado un cerco policial alrededor de la embajada de Nicaragua para impedir que saquen a Martinelli.
Al “Crook” le facilitaron la fuga; ahora está en Nueva York “cantando”…
No cuesta mucho diferenciar cuando alguien es un perseguido político aunque un régimen como la narcodictadura venezolana así lo presente, o se trate de criminales comunes, como el caso de “el Crook”, a quien el régimen salvadoreño hospedó en un apartamento de lujo en una zona exclusiva y facilitó su salida a Guatemala, al tiempo que le entregó un arma.
El cabecilla pandillero fue capturado dos años más tarde en México, de donde fue remitido a Nueva York, a cuyos fiscales debe de estar contándoles muchas cosas, entre ellas las denunciadas relaciones del régimen salvadoreño con grupos de pandilleros que los Estados Unidos han declarado que van a perseguir “donde se encuentren”.
Por ahora hay que esperar que las aguas bajen con el asunto de la captura del corrupto ecuatoriano Jorge Glas para replantear cuando alguien que pide asilo político merece obtenerlo o, en cambio, no otorgarlo.