En sus versos de amor entre penumbras, el viajero escribió sus dulces ilusiones que el silencio leyó. Sin que nadie más le viera se fue una madrugada. Diciendo “Al que madruga le ayuda el porvenir”. Fugaz como una estrella sin noche se largó. No de aquellas lumbreras que en su esplendor nocturno quedan brillando en la vasta eternidad. Sino de los fugaces astros que al atardecer huyen al universo de algún nunca jamás. Sólo algún desvelo de amor -de farra y de trasnoche- les mira o el artista que atrapa su esplendor. Igual que las gaviotas del mar de algún naufragio se van esos cantores reescribiendo la vida. Allá en la multitud aquellos tras de sí sólo dejan su sombra, su huella y despedida. Igual pasa en el verso como también en la vida y en los cuentos felices que nos lee la suerte. Sin que nadie le viera la azul locomotora se perdió en el horizonte. Sólo en días nublados de invierno o de verano, vuelvo a escuchar su cuerno entre cielos de carbón. Igual que una leyenda que arrastra el vendaval… Breves como las rosas del verso de un rosal, parten esos viajeros. Se van. ¡No vuelven más! (XXXVII) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer).
Fugaz como una estrella sin noche se largó
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