En su diario de viajes escribió algún día el poeta viajero: “Viajar, vivir y amar son juegos del vivir. Llegar, partir, volver de estancias prometidas… Ayer cuando era un niño jugaba con viajar. En trenes de juguete ansiaba llegar "al nunca más jamás." Junto al niño destino me iba sin volver. Ya nunca más me vieron. ¡No sé qué fue de mí! En viajes de aventura me fui a buscar mi suerte. Llegué a tierras extrañas escritas en el aire. Jugué con el azar en el ayer lejano. ¡Después fue él quien jugó conmigo entre sus manos! Al fin le conquisté. ¡Vencí mi suerte! Y hoy tan sólo me queda ¡Jugar… Jugar… Jugar! Hoy la vida me lleva de prisa y con afán. Ya no vuelven tranvías de aquel nunca jamás. A veces yo les oigo ¡Pasar… Pasar… Pasar...! Mas no tengo boleto para irme a aventurar. Es el eterno juego del hombre, la vida y la fortuna -¡fugaz, fugaz, fugaz!- perdiéndose en sus trenes de cuerda y de juguete! Voy buscando el oriente y al designio a la par. Y así de tiempo en tiempo, siempre jugando a vivir, sólo me queda andar… ¡Andar… Andar y Andar! Hoy el niño destino ya no juega a viajar. La vida terminó sus dulces jugarretas. ¡La fábula era cierta! Viajar y ser feliz entonces fue verdad. Después de recorrer el mundo sin parar… Hoy tan sólo me queda ¡Callar… Callar… Callar!” (XXXVI) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
El juego del destino y sus trenes de juguete
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