La Universidad de El Salvador ha sido noticia desde hace unos meses. Lastimosamente, más por sus problemas que por sus virtudes. Demoras que para que el GOES devolviera el campus, luego de los juegos deportivos, usos indebidos de las instalaciones, y últimamente la crisis financiera debido a que el Ministerio de Hacienda no le transfiere los fondos ya asignados. A la fecha, el gobierno le debe a la institución más de 52 millones de dólares; situación injustificable pues sí tiene dinero para dilapidarlo en otras áreas.
En ese contexto, en las redes sociales y en ciertos medios afines al gobierno, personajes ligados al partido de gobierno, han venido elaborando una narrativa que presenta un panorama muy negativo de la institución y que en el fondo justifica la no asignación de recursos, ya que hacerlo sería un desperdicio. Yendo más allá, ese discurso plantea que si la Universidad está tan mal, la única solución sería una intervención gubernamental, a través de una nueva ley orgánica. Se aduce que la UES, es el único reducto que le queda a la izquierda en el país, y que ese enquistamiento partidario, ha bloqueado cualquier apuesta de desarrollo académico desde la firma de los acuerdos de paz.
Por cuestión de rigurosidad histórica, he de reconocer que algunos de esos planteamientos tienen cierto grado de verdad; sobre todo cuando se alude que la UES fue uno de los espacios en que surgieron las organizaciones político militares que más tarde conformaron el FMLN. Incluso agregaría que en las décadas de 1970 y 1980, la UES dejó en segundo plano su proyecto académico por apostarle al proyecto revolucionario; al menos en lo que a estudiantes y docentes organizados y autoridades se refiere. También es cierto que en la posguerra, el partido FMLN mantuvo una línea de trabajo hacia la institución, sobre todo en coyunturas electorales o frente a un problema particular. Discutir las consecuencias de ese fenómeno escapa el alcance de este artículo.
Ahora bien, la politización de las universidades públicas no es algo raro; más bien es una constante, y esto no es malo de por sí. Por el contrario, puede ser muy positivo para el país, en tanto que se supone la Universidad alberga una masa crítica con capacidad para analizar los problemas nacionales. Otra cosa es la partidización, que supone poner la institución en función de un partido político. En sus mejores épocas, la UES fue una universidad politizada, primero en la década de 1960, e intermitentemente en la postguerra, por ejemplo, en los rectorados de Fabio Castillo (1991-1994) y de María Isabel Rodríguez (1999-2007). Lastimosamente, también hubo momentos en que perdió su capacidad crítica, ya sea por alineamiento político o simplemente por no tener vocerías calificadas.
Sin embargo, decir que hoy en día, la UES es reducto de la izquierda representada en el FMLN es un absurdo que solo tiene sentido en función de contaminar a la Universidad el desprestigio del partido. Que en la UES haya gente militante o simpatizante del FMLN no significa que este la domine. Y si vemos como las simpatías por el Frente han disminuido a nivel nacional, lógico es pensar que lo mismo ha acontecido en la Universidad.
Ni en los momentos de mayor fortaleza política, tuvo el FMLN control absoluto de la UES. Por ejemplo, hacia 2006 se discutía un proyecto de fortalecimiento académico propuesto por la rectora Rodríguez, el cual fue ferozmente rechazado por la facción académicamente más incompetente y reaccionaria que decía que el proyecto era privatizador e imperialista. En ese contexto, la dra. Rodríguez concitó amplios apoyos externos; logrando incluso que Schafik Jorge Handal aceptara estudiar el proyecto y diera su posición al respecto. Handal y sus asesores concluyeron que no había tales amenazas y logró que el FMLN se pronunciara a favor, con lo cual se esperaba influir en la oposición universitaria interna. Fue un fiasco, los opositores dijeron que ellos no respondían a lineamientos partidarios, agregando que el FMLN hacía rato había dejado de ser revolucionario y que no los representaba.
Entonces, ¿por qué insistir en la UES es reducto del FMLN? ¿Por qué se aduce que se debe despartidizar? Hay varias posibilidades; una de ellas es que de ese modo se elude la responsabilidad del gobierno de asignarle recursos para su funcionamiento. Otra, es preparar condiciones para una futura intervención, vía promulgación de una nueva ley orgánica. Primero se desprestigia la institución, se muestra que no funciona, para que la población asuma que es necesario intervenirla. ¿Por qué el interés? Políticamente, la UES es inocua, no cuestiona ni incomoda al poder. Sus docentes publican poco y opinan menos, y las autoridades se mantienen calladas frente los problemas de país. Más sentido tiene ver esos esfuerzos como una escala más en la lógica de concentración de poder. Además, representa la oportunidad de colocar cuadros del partido en puestos de dirección o simplemente darles trabajo. Esto es lo que ha acontecido en todas las instituciones creadas o intervenidas.
¿Que la UES tiene problemas? Lo he dicho muchas veces. ¿Qué necesita una reforma? Es indiscutible. Lastimosamente, en su interior hay fuerzas retrógradas que lo impiden. Y no están determinadas por ideologías, sino por incompetencias, acomodamientos y falta de visión, bien a tono con una cultura del mínimo esfuerzo y falta de estímulos y marcos normativos adecuados. Hay mucho que hacer en la Universidad, lo primero es recuperar el compromiso con la excelencia académica y el servicio público. Hoy más que nunca, el país necesita una universidad crítica, pero propositiva; muy política, pero no partidaria. Y sobre todo una universidad que produzca conocimiento, a través de la investigación: ese es el mayor reto. Como bien decía Ignacio Ellacuría en noviembre de 1979: “Estamos pidiendo que todos los que aman al país y los que aman a la Universidad aúnen sus esfuerzos, no para ver quién hegemoniza un cadáver universitario, sino para reconstruir desde sus cimientos una Universidad nueva, algo que merezca llevar el nombre de Universidad de El Salvador”.
Historiador, Universidad de El Salvador