“Yo estaba en la estación, como incierta visión que espera. Al verle llegar le conocí porque me vio a los ojos con nostalgia. Como mirando aquello que no está, ni estuvo ni estará. Quizá la azul ausencia de la persona amada. Que acaso alguna vez se fue o acaso arribará algún día. Después siguió el camino y se largó. No sé si volverá a encontrarme o si tan sólo fuimos sueño, azar, distancia y espejismo. Antes de desaparecer se volvió a verme como viendo al vacío o hacia algún lugar lejano en mí. Miré en derredor y allí estaban: los otros viajantes de la vida. Mirando hacia el pasado con nostalgia; con rostro de espera hacia el presente y el gesto de asombro al porvenir. Entonces yo les vi como viendo su ausencia. Después me dí la vuelta y me marché. No había nadie a quién nombrar, decir adiós o viajes de la felicidad. De pronto oí una voz, surgiendo entre el silencio, que decía: `¡Espera, atiende, aguarda! ¡Yo fui quien te buscaba y que luego me fui de aquí toda la vida!´ Entonces me detuve y vi al viejo reloj de la antigua estación. Aquel no caminaba. Las manos del tiempo le habían detenido. O quizá fue la vida quien se detuvo un momento. En mí, en ti y en ellos. En todo lo cierto y lo incierto. A veces yo la espero. En otras vuelve a verme, pero ya no me encuentra. Y después de un suspiro se va -y no dice nada- de la estación desierta”. (XXVI) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
Entonces volvió a verme, como viendo al vacío
.