Todos me dicen que no, que no pierda mi tiempo, que usted solo escucha a sus hermanos y a su asesora venezolana. Además, usted no me conoce. Lo poco que sabe de mí es que soy muy crítico de su gobierno. No soy su enemigo, pero tampoco soy uno de sus fans, ni cosa que se parezca. Mis amigos y conocidos refuerzan sus argumentos añadiendo que usted solo toma decisiones que puedan ser aplaudidas por la mayoría de salvadoreños; decisiones que abonen a su buena imagen, aunque no sean beneficiosas para el país, aunque sean contrarias a los derechos civiles y políticos de la población.
Eso me dicen y creo, lamentablemente, que no están muy equivocados los que así piensan. A pesar de ello, hay decisiones que son demasiado importantes como para no hacer el intento de ofrecerle una perspectiva que tal vez lo lleve a rectificar, al menos en algunas cosas.
Si no ocurre algo extraordinario e imprevisible, usted estará,al menos, cinco años más gobernando nuestro país a sus anchas, sin oposición, sin leyes o instituciones que le pongan límites y lo obliguen a rendir cuentas, concentrando en su persona prácticamente todo el poder del Estado. Eso es mucho poder y mucho tiempo. Sus errores tendránconsecuencias nefastas y muy difíciles de revertir.
Me refiero en esta ocasión a su decisión de censurar tajantemente en las escuelas públicas cualquier mención, información o debate sobre lo que usted (y varios millonesde personas en el mundo entero) llaman “ideología de género”. Esto es lo primero que debe aclararse: el origen y el significado del sintagma “ideología de género”, que mete en un mismo costal todo lo que no se conforma a los estándares religiosos y morales de los sectores más conservadores de las iglesias cristianas. El uso de la palabra “ideología”, en este contexto, no se refiere a un sistema de ideas; al contrario, tiene una connotación peyorativa que busca desacreditar los esfuerzos por reconocer las realidades y hacer valer los derechos de algunos grupos minoritarios que existen y seguirán existiendo en todas las sociedades.
En el plano de las ideas, este debate surgió aproximadamente hace tres décadas, pero fue dando paso a una enconada lucha política cuando las minorías discriminadas, excluidas y acosadas empezaron a elevar sus voces, haciéndose más visibles y buscando una mayor injerencia en las decisiones políticas. Al emprender una lucha más abierta, más beligerante y más organizada, se fueron convirtiendo en una amenaza al consenso religioso y moral que hasta entonces prevalecía, que era el consenso patriarcal impuesto por grupos que no toleran la diversidad, grupos inspirados en su mayoría por una fe rígida que se legitima en textos bíblicos del Antiguo Testamento, convertidos en doctrina por las autoridades eclesiásticas de todos los tiempos.
No es mi propósito en esta columna argumentar en favor de una determinada posición en este fenómeno social que deformó el “enfoque de género” convirtiéndolo en una ideología contraria a la naturaleza humana y a la voluntad de Dios. El tema es demasiado controversial y complejo como para abordarlo seriamente en el espacio de una columna de opinión. Si alguien quisiera tener una opinión más informada, recomiendo el excelente ensayo “De qué hablan cuando hablan de ‘ideología de género’- La Construción del enemigo total”, del autor José Manuel Morán Faúndes(https:/orcid.org/0000-0001-5601-1014) del Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad Nacional de Córdoba. Es un ensayo denso pero relativamente breve (poco menos de 30 páginas).
Pero volviendo al encabezado de esta columna, debo señalar que ni el presidente Bukele ni los millones de personas en todo el mundo que han adoptado la “ideología de género”como blanco de toda suerte de ataques tienen toda la culpa por meter todo en un mismo costal (aborto, matrimonio de individuos del mismo sexo biológico, homosexualidad, etc. De hecho, los primeros que metieron todo en un mismo costal fueron los que luchan por hacer prevalecer un enfoque de género en la educación y en las decisiones políticas. Precisamente por ser grupos minoritarios marginados, despreciados y agredidos, las necesidades de su lucha los obligaron a establecer esas alianzas a las que hoy todos nos referimos como LGBTI+
Mi punto, sin embargo, es que no me parece correcto ni beneficioso para la sociedad arrasar con todo y excluirlo todo de la educación pública. Si dejamos, por el momento, las cosas que nos enfrentan, comprenderemos que en el enfoque de género hay elementos muy valiosos para construir una sociedad respetuosa, equitativa, justa y pacífica. El reconocimiento de los derechos de las minorías, el trato respetuoso a los demás, la aceptación de la diversidad, el combate al abuso sexual de menores y a la violencia intrafamiliar, la prevención del SIDA, la reducción de embarazos no deseados y otros puntos como estos no pueden estar ausentes de la educación.
Nada logramos con ignorar los temas controversiales. Usted, Presidente, puede mandar que se eliminen en las escuelas y en las unidades de salud los materiales que hacen referencia a estos temas, pero no olvide que existe la internet y los jóvenes pueden encontrar ahí todo lo que sea de su interés, todo lo que ellos consideren relevante en sus vidas. ¿No sería mejor que estas cosas se pudieran discutir abiertamente, sin fanatismo, con la guía de los educadores?