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Desequilibrios educativos: Educación para el trabajo

Los desafíos están sobre la mesa, lo que sí es urgente es contar con datos y evidencias para tomar decisiones; es fundamental un diálogo efectivo entre el mundo empresarial y académico para valorar las necesidades y diseñar la oferta académica coherente

Por Óscar Picardo Joao

A mediado de los años 90 trabajé con el formidable equipo de “Educación Técnica para el Trabajo” de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, bajo la dirección de Irma Briasco y Víctor Assenza Parisi. En esa época tenía mucha relevancia el Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional (CINTERFOR).

La Educación para el Trabajo incorpora en el proceso de formación integral del estudiante, el método del aprendizaje activo, reflexivo y vivencia, a partir de la práctica promueve procesos de producción y aplicación de conocimientos. Sabemos por diversas investigaciones que nuestros estudiantes: “Conocen, pero no comprenden ni aplican lo que saben”; es decir, tenemos una pedagogía sin experimentación, sin práctica y muy teórica.

Con pocos datos y mucha intuición creo que sigue existiendo una significativa asimetría entre las necesidades del mercado laboral y la oferta académica; esto suele ser así en varios países de Latinoamérica y es un problema complejo de al menos tres niveles.

El primer problema se encuentra en las habilidades básicas para la vida a nivel escolar y en educación media. Los programas reformados borraron del mapa curricular aquellos contenidos orientados a manualidades y habilidades domésticas. Pese a la transformación digital que vivimos es importante que los niños y niñas sepan resolver problemas domésticos y reparar o solucionar cosas. Hoy no saben ni como cambiar un foco.

El segundo problema es a nivel técnico; los institutos tecnológicos cayeron en desgracia cuando las universidades se transformaron en “ascensores sociales” (Martín-Baró); entonces, ya todos querían ser licenciados o Ingenieros y los grados técnicos se infra valorizaron. Según las estadísticas de la Dirección Nacional de Educación Superior, de 201,426 estudiantes matriculados en el ciclo I de 2022, sólo 17,763 son estudiantes de programas técnicos, sólo el 8.8%.

El tercer problema es el descalabro de la didáctica de la matemática; 7 de cada 10 estudiantes llegan al nivel superior o terciario huyendo de la matemática y buscando programas o carreras sin esta disciplina. Así, creció sin control Derecho, Comunicaciones, Psicología, Chef, entre muchas otras. Esto se comprueba con los datos de las pruebas estandarizadas internacionales ERCE y PISA; en ERCE Matemáticas de 6º grado 57.8% de los estudiantes se posicionaron en el nivel I o insuficiente, 34.7% en el nivel II básico, 6,61% en el nivel III aceptable y 0.89% en el nivel IV óptimo. En la prueba PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con un score en Matemáticas de 343 los estudiantes salvadoreños se ubicaron en el antepenúltimo lugar, 143 de 146 regiones y países que participaron (81 países y sus regiones).

Pese a lo anterior, en nuestro sistema educativo no existe un eslabón importante de articulación entre el mundo educativo y el laboral: Community Colleges, es decir un espacio formativo dinámico, sin rigidez curricular y administrativa, en dónde se ofrezcan cursos diversos de habilitación laboral, con valor o créditos académicos.

En Estados Unidos y en otros países de tradición sajona los Community Colleges juegan un rol crucial en el desarrollo profesional de los ciudadanos; muchos jóvenes pasan de educación media -High School- a los Colegios Comunitarios en dónde toman cursos para fortalecer sus competencias y capacidades laborales, pero estos cursos cuentan con créditos académicos que más tarde les permiten continuar sus estudios en el nivel superior.

Un curso de manipulación de fibra de vidrio, luego otro de reparación de motores de fuera de borda, posteriormente otro de refrigeración y conservación de alimentos, etcétera, pueden ser la base práctica de una ingeniería o licenciatura vinculada a Ciencias del Mar, pesca, mecánica naval, entre otras.       

Muchos empresarios e industriales se quejan que no encuentran “técnicos” para ciertos puestos de trabajo; otros reclaman que poca gente habla inglés. Pero también deberíamos revisar las ofertas salariales y preguntarnos: ¿responden o estimulan los salarios a realizar un esfuerzo académico de emprender estudios superiores? Estamos ante un problema de “valorización social de la educación”; y las regresiones del economista Mauricio González Orellana señalan que la Tasa Interna de Retorno (TIR) es negativa: estudiar más no implica ganar más…

Vale la pena señalar que la mayoría de estudiantes universitarios son “trabajadores que estudian”, ni siquiera son “estudiantes que trabajan”, es decir dedican un tiempo marginal a sus actividades académicas por necesidades de supervivencia; y la mayoría terminará trabajando en algo ajeno a su profesión.

Finalmente, para resolver estos desequilibrios hacen falta tres herramientas: 1.- Contar con un buen inventario de “Competencias y cualificaciones” requeridas por la industria y los sectores empresariales, basado en datos y en el diálogo entre académicos y empresarios; 2.- Conocer las Brechas y excesos de habilidades, capacidades y competencias; y 3.- Estudios prospectivos sobre necesidades técnicas de futuro. Todo lo anterior enmarcado en un plan de país.

Necesitamos también un modelo flexible y rápido para resolver necesidades formativas industriales puntuales; no es viable diseñar un plan de estudio para una cohorte de 50 o 100 técnicos con el sistema tradicional y la burocracia curricular. Esto implica el diseño ágil de cursos o técnicos que respondan al dinamismo productivo, un ciclo que nos sobrepase un semestre para diseñar, ejecutar, graduar, cerrar y evaluar. Incluso vale la pena preguntarse, desde el punto de vista de costo-beneficio, si es necesario diseñar un programa o crear institutos técnicos o tecnológico, o si por las necesidades reales del mercado no sería más viable enviar a un grupo de estudiantes a formarse a México, Guatemala o Costa Rica.

Los desafíos están sobre la mesa, lo que sí es urgente es contar con datos y evidencias para tomar decisiones; es fundamental un diálogo efectivo entre el mundo empresarial y académico para valorar las necesidades y diseñar la oferta académica coherente, sobre todo en estos momentos de Inteligencia artificial y profundos cambios tecnológicos. 

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu

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Educación Educación Superior Opinión

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