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La libertad en tiempos del cólera

Nunca faltan los halagadores, los ideologizados, los facinerosos y los mentirosos. Ratas con lengua de plata que corroen los discursos, los apoyos, para defender el enfermizo fetiche que tiene por las dictaduras. Lagartos, reptiles que harían lo que fuera por codearse con los que hacen desaparecer gente, con los que torturan, con los desalmados que desarman familias.

Por Alonso Correa
Periodista panameño

 ¿Qué significa ser libre? ¿Cuál es la esencia de esta virtud? ¿Qué diferencia a un pueblo libre de uno que no lo es? La libertad es etérea, abstracta, extraña, sutil. Poco entendemos lo que es vivir con ella, pero nos podemos imaginar una realidad sin tenerla. La libertad sabe a mar y a tierra, huele a café y tabaco, la libertad es montaña y valle, cielo azul y mar en calma; ser libre es respirar aire fresco frente a una pintura impresionista. Son pocos los afortunados de poder regodearse con los obsequios que nos dio la vida y muchos menos los que se percatan de los agasajos.

Hay pueblos que llevan décadas sin catar la dulce miel de la autonomía. La amarga hiel del totalitarismo baja por su garganta, las fuertes cadenas del miedo y del terror retienen los sueños de ímpetu, trabajo y ahorro, la voluntad se rompe bajo el yugo insaciable de los megalómanos en el poder. Los Estados son armas punzantes en manos de enanos morales que desangran las arcas y las ganas de sus habitantes, reducen a estiércol, a cenizas, a grava, a arena mojada, los proyectos de desarrollo de los soñadores de las ciudades y pueblos. Es la malicia con la que mueven los hilos la culpable de despojar a sus subordinados de la alegría de ser libres.

En América hay países que son ejemplo de esto, naciones que pierden la libertad frente a un grupo de desalmados que convierten la tierra en un hervidero social, enfrentan familias y amigos para mantenerse ellos al poder, pero las grietas de esas ideas se han hecho más grandes de lo que ellos pensaban y es de esos huecos desde donde sale el pueblo a protestar para derrocar a las rémoras que están en el gobierno. La valentía late en sus pechos con el fuego de la libertad. Hacerle frente a escuadrones de lacayos, serviles y sin conciencia, es una experiencia que solo los que tengan una fuerte convicción por una causa pueden enfrentarse.

Los que lograron escapar alientan desde otras fronteras la esperanza de sus hermanos por un futuro libre, por tiempos mejores, por un gobierno sin sanguijuelas. Esas conexiones solo las entienden quienes sufren juntos las pesadas botas de los opresores que marcan el paso de los militares. Eso es algo que ninguna represión puede evitar. El aire de vida que emana de boca en boca y aligera la carga de la lucha por los derechos. Poco pueden hacer los palos, las balas y los insultos contra un pueblo decidido y sin nada que perder.

Pero nunca faltan los halagadores, los ideologizados, los facinerosos y los mentirosos. Ratas con lengua de plata que corroen los discursos, los apoyos, para defender el enfermizo fetiche que tiene por las dictaduras. Lagartos, reptiles que harían lo que fuera por codearse con los que hacen desaparecer gente, con los que torturan, con los desalmados que desarman familias. Son esas imágenes las que hacen que se les mueva la bragueta. Sueñan con ser ellos los que den las órdenes, los que deciden a quién, cómo y cuándo. No les importa cómo llegar ahí, solo les interesa llegar. Ellos también quieren mamar del oro público, deshacerse de su trabajo y vivir bien con el dinero del resto.

Son las espontáneas apariciones de la vida libre el alimento de las pesadillas de los que están rigiendo patrias y los que vomitan alabanzas a los tiranos. La tierra les tiembla cuando ven el puño del hambre, del sueño, de la sed y del hartazgo en el cielo, les sorprende la respuesta certera e inamovible de años de silencio. Pronto sus peores miedos se harán realidad, el disparo de la libertad se está empezando a escuchar en todos los rincones del globo. [FIRMAS PRESS]

*Escritor panameño.

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