Por Toma relevancia que en esta fecha tan especial nos muestra a un Jesús siendo tentado por el diablo. Acá es la tentación nuestra enemiga, una forma que el diablo tiene para que nos alejemos del camino de Dios; sin embargo, debemos estar prestos, atentos a saber renunciar a la tentación que se nos presente. Solo siguiendo el ejemplo de Cristo cuando es llevado al desierto y es el diablo quien lo tienta, demostrando Jesús en su fe una fortaleza que debe ser nuestro ejemplo a seguir.
Me pregunto ¿cuántos de los que visitarán iglesias durante la Semana Santa han sido tentados? Sin dudarlo puedo decir que todos, serán ellos quienes saben si sucumbieron a la tentación o la rechazaron.
¿Cuántos de nosotros en el diario vivir somos tentados por el licor, el sexo, el robo, por un ego desmedido? ¡Muchísimos! Y sabedores de que solo asidos de la cruz de Cristo, confiando ciegamente en él, es que lograremos derrotar y vencer a la tentación.
Estamos a semanas de celebrar la Semana Santa y vale la pena reflexionar que, tristemente los templos lucen vacíos y debemos ser honestos con nosotros mismos en el sentido de aceptar que caímos en la tentación del libertinaje, porque la cuaresma es para que entremos en una reflexión de nuestras vidas, de lo bien o mal que hemos hecho y rectificar nuestros errores; sin embargo, pareciera que todo se queda en ritos externos que no tienen nada que ver con nuestra fortaleza ante una tentación.
Debemos voltear la mirada hacia la cruz y caer a sus pies, gritar a Cristo que nos dé la fortaleza para vencer cualquier tentación; realmente cada cristiano (católico, evangélico o de otra denominación) que visita una iglesia regularmente, debería ser un ejemplo a seguir. Si no, ¿qué sentido tiene llamarnos cristianos y creer que con pedir perdón estamos libres de toda culpa?
Por el inmenso amor que Cristo nos tiene, nos perdona; pero si sabemos que las tentaciones están a la orden del día, así deben ser nuestras armas para combatir al enemigo, revestidos de una fe inquebrantable para así, no caer rendidos en las tentaciones que nos llaman, que nos cuchichean a rendirnos.
Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. Y acercándose el tentador le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Él respondió: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre,sino de toda palabra que procede de la boca de Dios. Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está: Dará órdenes a sus ángeles sobre ti, para quete lleven en sus manos,no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra. Y le respondió Jesús: Escrito está también:No tentarás al Señor tu Dios. De nuevo lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras. Entonces le respondió Jesús: Apártate, Satanás, pues escrito está: Al Señor tu Dios adorarás ysolamentea Él darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían (Mt 4,1-11).
Vale la pena reflexionar si hemos entendido que el hombre no vive de pan, vive cuando cumple lo que a Cristo agrada, vive de la fe, vive del amor a sus hermanos, vive cuando su vida es un ejemplo a seguir. ¿Cuántos de nosotros nos hemos revolcado en el fango? ¡Muchísimos! Nuestra desobediencia a la palabra de Dios nos ha llevado a tocar fondo, pareciera que un cristiano al alejarse de Dios sucumbe al mundo de las tentaciones, llámese dinero, placer, sexo y más y debemos releer cómo Dios nos ha rescatado de esas profundidades, no nos ha abandonado y cual si cayésemos en una fina almohada hemos retomado la vida que agrada a Dios.
La vida del cristiano (católico, evangélico o de otra denominación) que en verdad ama a Dios no es fácil; sabemos que entre más fuerte sea la tormenta a atravesar, más cerca de Dios estamos. Esa tormenta son las tentaciones a las que nos vemos sometidos en el día a día; y vale la pena la bienaventuranza en que Cristo se goza con el humilde, con aquel que llora, por aquel que prefiere ser vencido ante otros al no sucumbir por las tentaciones en la tierra sino que se siente un triunfador ante la gloria de Dios.
Que sea nuestra vida un ejemplo de fe, de esperanza y caridad, que Dios nos dé fuerzas para no caer en tentaciones mundanas y quizá cuando sintamos un sueño profundo, es que estamos cayendo en las manos de Cristo que con amor, paciencia y ejemplo nos toma con el cariño más hermoso del mundo, con el cariño de un amorosísimo Padre.
Al escribir esta columna creo ser el menos indicado pero el más inspirado en hacerlo y termino con un punto del libro camino de San Josemaría Escrivá 575: “ Algunos pasan por la vida como por un túnel y no se explican el esplendor y la seguridad y el calor del sol de la fe”.
Médico.