La Sagrada Familia es un modelo en los diversos aspectos de la vida cristiana, en este momento quiero destacar el valor de la generosidad.
Van al templo para cumplir lo prescrito por la ley: “Al cumplirse los días de su purificación sea por niño, sea por niña, presentara al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. El Sacerdote ofrecerá a Yahvé, haciendo por ella el rito de expiación y quedará purificada del flujo de su sangre. Esta es la ley referente a la mujer que da a luz a un niño o a una niña. Si no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará por ella el rito de expiación y quedara pura.” (Levítico 12, 6-8)
José y María ofrecieron “un par de tórtolas y dos pichones (Lc 2,24) era la ofrenda que podían dar los que tenían menos recursos económicos; ellos no se paralizan por sus limitaciones, van al templo y dan lo que pueden dar y Dios bendice ese acto de obediencia y generosidad, convirtiéndolos en instrumentos para dar el tesoro más grande que se puede dar: ellos dan a Jesús.
“Le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación.” (Lc 2, 28-30)
Cuando seguimos el ejemplo de la Sagrada Familia y damos desde nuestra pobreza, seremos instrumentos de Dios que nos usa para dar más. El Evangelio está lleno de estas enseñanzas:
- Los panes que multiplico Jesús para darle de comer a la multitud hambrienta, fueron los que una joven tenía para él y decidió compartirlos. (Cf Jn 6, 5-12)
- La viuda que en el templo dio “dos moneditas de cobra” fue elogiada por Jesús señalando que ella daba no de lo que le sobraba, daba todo lo que tenía para sobrevivir. (Cf Mc 12,41-44).
Lo importante no es la cantidad sino la generosidad, la decisión de dar más de lo que pensamos que podemos dar. San Pedro puso en práctica este principio espiritual y fue instrumento de un milagro cuando le dijo al paralitico: “Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: En nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar”. (Hchos 3, 6-8)
La generosidad nos permite ver milagros y nos convierte como a la Sagrada Familia en portadores de felicidad y salvación para los más necesitados. Da de tu tiempo aun cuando sientas que estas muy ocupado y que te queda poco, da de tus recursos económicos, aunque sean limitados, sobre todo da lo más valioso que tienes: comparte tu fe.
Hay muchos “Simeones” que esperan consuelo, no viven, ni mueren en paz por falta de “Marías” que les den a Cristo. Ser discípulos misioneres es: “Dar a Cristo como lo dio la Sagrada Familia.”
De esa manera te convertirás en un buen administrador de los dones que te ha dado el Señor.
Predicador Católico.