Desde el primer día de 1959, el mundo estuvo pendiente de un país latinoamericano. Cuba y su régimen castrista en ascenso fueron objeto de fuertes denuncias en el ámbito internacional, en especial por los exilios forzosos y los encarcelamientos y fusilamientos masivos contra antiguos funcionarios y propietarios. Los barbados comandantes establecían sus nuevas reglas a punta de fusil, de rejas inexpugnables o de ostracismos.
Del 12 al 18 de agosto de 1959, la Organización de Estados Americanos (OEA) desarrolló la Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores del continente. El encuentro tuvo lugar en Santiago, la capital de Chile. La delegación salvadoreña la encabezó el canciller Alfredo Ortiz Mancía. El propósito del cónclave era analizar la situación en el Caribe y los derechos humanos, con el afán de “mantener la paz en América”, “asegurar la observancia por los Estados de los principios de no intervención y de no agresión” y el “ejercicio efectivo de la democracia representativa y el respeto de los derechos humanos”. Así quedó consignado en la Declaración de Santiago de Chile, emitida al final de aquella reunión trascendental.
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Entre los numerosos periodistas que acudieron a dar cobertura mediática a dicho encuentro internacional figuraban dos salvadoreños, los escritores Álvaro Menéndez Leal (Santa Ana, 1931-2001) y Roque Dalton García (San Salvador, 1935-1975). Como productor independiente, Menéndez Leal le propuso al empresario radiofónico y televisivo Boris Eserski la creación del primer noticiario de la televisión salvadoreña. Bautizado como Teleperiódico, salió al aire en septiembre de 1956 y empezó a ser transmitido en vivo al mediodía y en horario nocturno, mediante espacios comprados al primer canal 6 de la cadena YSEB, inaugurado en la noche del viernes 7 de ese mes y año, en el séptimo piso del edificio comercial Central, en el centro de San Salvador. Ese noticiario televisivo llegó a facturar publicidad por más de 75,000 colones mensuales, que permitió que Menéndez Leal se agenciara un salario semanal de 2,500 colones o 1,000 dólares como director del noticiario, con Dalton García y otros poetas jóvenes como empleados del mismo. El intelectual santaneco también creó Tele-Reloj, un espacio noticioso que fue transmitido por YSEB canal 6 y YSDR canal 8, en horarios del mediodía (12:45-13:00 horas), mientras que Teleperiódico continuó con sus emisiones nocturnas (20:00-20:15 horas).
Tras haberse hospedado en el lujoso Hotel Bonaparte en la zona de Providencia de la Región Metropolitana de la capital chilena y haber tomado parte en las acaloradas discusiones de la reunión de la OEA, Menéndez Leal -ya para entonces opositor declarado del segundo sexenio presidencial salvadoreño del Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD), encabezado por el presidente y coronel José María Lemus- decidió trasladarse a Asunción, la capital de Paraguay, donde el presidente y general Alfredo Stroessner Matiauda (1912-2006) llevaba los primeros cinco años de los casi 53 que duraría su dictadura, desde el 15 de agosto de 1954 hasta el 3 de febrero de 1989, cuando fue derrocado.
Para un literato que veía con curiosidad el ascenso de las dictaduras de derechas e izquierdas en el continente, aquella parada en su itinerario representaba para Menéndez Leal un reto. A esa nueva etapa de su derrotero no lo acompañó Dalton García.
Desde Santiago, el vuelo hizo escala en Ezeiza, el aeropuerto de Buenos Aires, la capital de Argentina. Allí repostó aquella flamante nave en que el salvadoreño se transportaba, muy cerca del asiento ocupado por el abogado y diplomático Dr. Raúl Sapena Pastor (1908-1989), ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura stronista.
Aquella nave pertenecía a una flotilla de seis que eran propiedad de Aerolíneas Argentinas, empresa fundada en 1950. Era un de Havilland DH.106 Comet IV, el primer avión comercial a reacción de la historia (1946-1971), con cuatro motores turbojet Rolls-Royce Avon 524 dentro de las alas, grandes ventanas y cabina presurizada para reducir el ruido exterior. Con 34 metros de largo, 35 metros de envergadura, 9 metros de alto, un techo de vuelo de 12,800 metros, una autonomía de 5,190 kilómetros y una capacidad de 67 pasajeros (24 en primera y 43 en clase turista), en dos filas de dos asientos a cada lado del pasillo. El código del avión era LV-AHP, apodado Lucero del Alba. Era el lujoso orgullo de la ingeniería aeronáutica británica tras la Segunda Guerra Mundial.
Tras salir de Santiago y superar la Cordillera de los Andes, el Lucero del Alba aterrizó en Buenos Aires, desde donde después continuó su ruta hacia el aeropuerto internacional Silvio Pettirossi de la capital paraguaya, actual sede del Grupo Aerotáctico de la Fuerza Aérea Paraguaya. Transportaba 54 pasajeros, 8 tripulantes regulares y 3 tripulantes extraordinarios. Era la mañana del jueves 27 de agosto de 1959. Cuando realizaba las maniobras de aproximación a la zona de pista, el avión se estrelló en Limpio, a 9 kilómetros de Asunción, entre San Salvador y Paso Correo. El capitán ordenó a la tripulación y pasajeros que se fueran hacia la cola de la nave. La tensa situación no duró más de diez minutos. Con el impacto entre los árboles, las alas y el morro del avión quedaron deformados e inservibles. Murieron una señora mayor, hermana de la escritora argentina Silvina Bullrich, víctima de un ataque cardíaco, y el capitán del vuelo Stanley James Llense, aplastado por el tablero de controles de su aeronave siniestrada. El resto de los pasajeros pudo salir por su propio pie de entre los restos del aparato, para recibir atención médica cuando llegaron los equipos de rescate. Veinticinco personas registraron algún tipo de lesiones.
Pese a que Menéndez Leal no sufrió heridas aparentes durante la caída, permaneció dos semanas interno en un cuarto de hospital en Asunción, antes de retornar a San Salvador. Aunque no se emitió ningún informe oficial del accidente, se indicó que la culpa había sido del piloto y copiloto, quienes efectuaron el procedimiento de aproximación por debajo de la altitud mínima de descenso o MDA. Después, los Comet tendrían otras contingencias, debido a fatigas estructurales de sus materiales, al igual que más de alguna situación de secuestro en vuelo. En 1971, esa serie de aviones dejó de surcar los cielos americanos, al no poder superar varios percances graves, con decenas de pasajeros y tripulantes fallecidos.
En la siguiente década, Menéndez Leal dedicaría dos momentos a rememorar su experiencia como sobreviviente de ese accidente aéreo. Por una parte, realizó una anotación manuscrita en un esbozo de memorias que jamás llegó a publicar. También hizo uso de Fire and Ice, un poema apocalíptico de nueve versos del estadounidense Robert Frost (1874-1963), publicado dentro del conjunto A Group of Poems en la página 67 de las 850 que formaron al no. 847, volumen 142, de Harper’s Magazine (diciembre.1920-mayo.1921). El poema de Frost le dio al salvadoreño el título para un cuento, en el que también hizo un uso intertextual del mismo, al distribuirlo en dos grupos de 4 y 5 versos, con repetición intercalada de uno de ellos. Como en una profecía, la muerte llegaría entre fuego y nieve en la cordillera de los Andes, donde el anónimo narrador protagonista ve la tragedia mortal a su alrededor y manifiesta sus respiraciones agónicas, sus pausas mentales y otros estados de ánimo mediante un uso novedoso de los signos de puntuación y otros recursos tipográficos de la lengua castellana.
El cuento Fire and Ice vio la luz dentro del libro Una cuerda de nylon y oro y otros cuentos maravillosos (San Salvador, Dirección de Publicaciones-Dirección General de Cultura, 1969, 166 pp.), como volumen 40 de la colección Certamen Nacional de Cultura. Para entonces, su autor ya era reconocido por su alias literario Álvaro Menen Desleal y era un sociólogo graduado que había fundado los estudios demoscópicos en El Salvador con las primeras encuestas de público durante la Primera Feria Internacional de El Salvador (diciembre.1965) gracias a sus creaciones Instituto Centroamericano de Opinión Pública (IACOP) e Instituto Centroamericano de Investigaciones Sociales Aplicadas (ICAISA), además de que era el creador de Luz negra (1966), la obra teatral más difundida de la literatura salvadoreña.
Tres años después de que aquel libro saliera a la luz pública, ocurrió la tragedia aérea de los Andes, en la que el fuego y el hielo trazaron parte de una historia brutal. Mientras Frost y Menen Desleal cerraron sus escritos bajo el destino predeterminado de la tragedia griega, en la cordillera andina un pequeño grupo de jóvenes deportistas uruguayos se aferraría a la esperanza y viviría para contar cómo lograron encontrar vida entre la muerte y el olvido.
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Fire and Ice (fragmento)
Álvaro Menen Desleal
Fuego y Hielo… Fuego y Hielo… ¿Es ese el título?… Sí…; ese es: Fire and Ice. . . No sé por qué, justamente ahora, adquiere importancia algo que nunca la tuvo, como no fuera en el colegio, cuando el profesor se empeñó en que aprendiéramos de memoria el poema de Frost:
Some say the world will end in fire,
Some say in ice…
From what I’ve tasted of desire
I hold with those who favor fire.
Yo no lo aprendí nunca -por lo menos entonces yo no pude repetir más de dos o tres versos-; sin embargo, creo que hoy lo recuerdo perfectamente -¿pero qué importancia tiene eso?- no sé -no tuvo importancia nunca- por más que se molestara el profesor -no tuvo importancia que lo supiera- que lo supiera de memoria -salvo en el internado- y ahora tampoco es importante que lo recuerde -por qué habría de ser importante- no es más -no es más importante que aquel niño que ahora yace aplastado cerca de la cabina de los pilotos- no es más importante -por qué habría de serlo- veo parte de su cara deshecha -sangre por la nariz- sangre por los oídos -sangre por la boca- sangre por grietas y hendiduras donde normalmente no se tienen -heridas- esas hendiduras son heridas -por qué habría de ser importante ahora- dentro de un momento no habrá una gota de sangre -todo todo estará quemado- y no puedo sentir lástima por él -aunque fue buenito- durante todo el vuelo permaneció quieto -sin pedir- sin molestar a nadie -sin orinar- sin pedir mayor cosa -pese al asedio de la azafata- pese al acoso de las viejas -sin molestar a nadie- sin importancia -se mantuvo quieto- hechizado por el paso entre las nubes -por la leve vibración del aparato- por la maravilla que es para un niño el vuelo en un jet -sin molestar a nadie- ni aun cuando el avión -después de romperse el ala en aquel pico- dio de panza- y / a / todo / lo / largo / del / piso / se / a-b-r-i-ó / la / ancha / horrible / grieta / entre las dos filas de asientos- desde los de primera hasta los de… -la horrible grieta desde la cabina hasta la cola- y ahora mana sangre -le mana sangre- y temí que el niño desapareciera tragado por la voracidad del piso -del piso abierto- sexo de la tierra -pero no podía ocurrir así porque nada salía del avión- solo entraba -entraba tierra- entraban piedras -tierra y piedra y trozos de árboles- pinos -sí- pinos -alerces- píceas -abetos- no sé -y tierra- coníferas -y tierra- entraba tierra -y nieve- mucha nieve -y tierra y piedra y nieve.
But if it had to perish twice