Los colegios bilingües en Hispanoamérica pretenden, invariablemente, que los niños aprendan al mismo tiempo a leer español e inglés, un despropósito, considerando que el inglés es un idioma muy complejo en el cual no hay normas fijas de pronunciación, a diferencia del resto de lenguas romances (derivadas del latín), en las que hay simples normas para escribir.
En italiano Giovanni se escribe tal como se oye, al igual que en alemán bruder, hermano, se escribe y se pronuncia con facilidad; únicamente el francés tiene unas pocas peculiaridades que no cuesta aprender.
Pero en inglés no hay “reglas” para escribir una palabra, por lo que en las aulas los niños y jóvenes tienen que aprender cómo se escriben las palabras, lo que explica el motivo por el cual hay concursos, los “spelling bees”, en escuelas y a diferentes niveles y tienen el nacional, en el que un niño o niña se lleva un gran premio por deletrear nombres o verbos difíciles, concurso que ni se considera en ningún país de habla española, italiana, sueca o de cualquiera de las lenguas de la Unión Europea.
Por tanto, al mismo tiempo que Juanita o Danielito van a ingresar al colegio bilingüe, sus padres harán bien en enseñarles a leer español, para lo cual inclusive no necesariamente necesitan libros sino que puede usarse un periódico o una revista para lograr lo mismo.
Uno imagina que si una persona habla bien el alemán o el español igualmente podrá leerlo, pero no es así, pues está frente a analfabetos, que los hay en todas partes y para todos los idiomas.
Se sabe que en el mundo actual se hablan más de trescientos idiomas y dialectos distintos, algunos únicamente en una pequeña región, otros, como el de Letonia, hablado por varios millones de personas, no tiene parentesco visible con ningún otro.
Fue alrededor del Siglo Noveno de nuestra era cuando predominaba el latín —por ser el idioma usado por la Iglesia y los reinos o ducados en las distintas regiones— al lado de latín vulgar que se hablaba en la mayoría de países de Europa Occidental, como lo estableció el investigador italiano Profesor Giuseppe Patota.
Los demagogos llevan a pueblos a su perdición sin resistencia
Combatir el analfabetismo es siempre uno de los objetivos de todo buen gobierno, lo qué pasa por contar con buenas escuelas, una de las tareas no cumplidas por el régimen en este suelo que inclusive se ha embolsadó millones de dólares de dinero destinado a la educación, desmantelando el CENAR y destruyendo el INSAFORP, un ente destinado a capacitar personal de todos los niveles y que ahora es un remedo de lo que fuera hasta la llegada al poder del actual régimen.
“Enseñar a leer” es, por lo mismo, una tarea que deben asumir los padres de familia, los vecinos de un pasaje y las comunidades, a lo que se suma la tarea de revivir EDUCO (Educando con la Participación de la Comunidad), el programa premiado que el segundo régimen efemelenista anuló casi el primer día que llegó al poder.
Una nación educada no está exenta de caer en horribles excesos, lo que demuestra la imperativa necesidad de inculcar en niños, jóvenes y adultos principios esenciales de convivencia, respecto a la democracia y la libertad, lo que no se cumplió en Alemania, que cayó en el culto nazi pese a su alto nivel de educación ni camina muy bien en Estados Unidos, donde masas de gente sin validos principios están apoyando a un individuo, Trump, que se ha denunciado que instigó el asalto al Congreso de Estados Unidos para revertir una elección que él había perdido.
Al mundo lo “menean” demagogos, que al estilo del flautista de Hammelin, llevan a un conglomerado a su perdición…