(A Gabriele in memoriam. Dulce y luminoso ser de otra época que encontré en los distantes años del viaje de la vida. Separados por el tiempo profundo, vimos juntos el breve florecer de los cerezos. Admirando la belleza de las sakuras, un dejo de tristeza resplandeció en su mirada alzada al ramaje. Entonces le pregunté el porqué de su nostalgia y respondió suspirando: “¡Quisiera que nunca pasara su floración, quedando detenida en su esplendor!”) La flor del cerezo cae tras una breve floración, como símbolo de la belleza efímera de la vida. Llamada también “flor de Sakura” -por una antigua leyenda oriental- suele caer muy pronto, antes de llegar a marchitar, deteniendo así la eternidad de su belleza y juventud. En su breve esplendor la delicada rosa de sakura cae con el viento, antes de morir, cual bella dama que desaparece o se va antes de perder su belleza y lozanía. Durante la Edad Media la rosa del cerezo fue elegida como un símbolo espiritual. Nace a la salida del sol y cae de la rama al mediodía para desaparecer en pleno fulgor de su existencia. Existen tres variedades de sakura: una blanca, otra rosa pálido y la tercera de pétalos blancos con una mancha de sangre. Es así como su efímero florecimiento expresa la breve primavera de la vida. Misma que transcurre por igual en el cerezo humano. Las almas iluminadas detienen -en su propia leyenda- el fugaz florecer de un amor perdido o -en el feliz de los casos- lo eternizan dentro de sí mismos. Aunque el vendaval del destino lo haya arrebatado. La siguiente leyenda está inspirada en la realidad y la ficción, aunque sus personajes vivan en la invisible dimensión del verso, la eternidad y la ausencia. (I) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
"Flor de Sakura": La breve primavera de la vida
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