Como “papeles sin valor” calificó un general alemán a finales del siglo XIX los tratados que varias naciones firmaron para regular las relaciones entre países al borde de una contienda, lo que, por grave desafortuna puede decirse de los tratados que rigen enfrentamientos bélicos, todos violados tanto por Rusia en Ucrania por el psicópata Vladimir Putin como por las partes en contienda en Palestina después del ataque sorpresivo de Hamás a Israel, que causó la muerte de cientos de personas, entre ellas niños, asistentes a un concierto.
¿Es que hay alguna posibilidad de recuperar una medida de cordura, de sensatez, en el manejo de graves conflictos entre países que por tradición la pasan enfrentados desde hace ciclos o inclusive milenios? Ese es el intento de Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, que trata de lograr un acuerdo para que Israel no se exceda en sus operativos en lo que llamamos “Palestina”, que a juicio de muchos únicamente podrá lograrse creando un propio Estado independiente, pasando por la rendición o aniquilación de la banda terrorista Hamás, cuyo segundo cabecilla fue fulminado en un ataque israelí en Líbano, en la parte controlada por Hezbolá, la guerrilla financiada por los iraníes.
Parte del problema surge de la animosidad entre árabes y judíos, un conflicto que data desde hace milenios y que es parte de la narrativa de la Biblia, cuyos contenidos en parte son considerados “fake news”, inventos de mentes febriles.
Pero el hombre es muy dado a crear sus “propias realidades” al no contar con la adecuada información, lo que en parte explica el origen de muchas religiones, entre las cuales la más seductora fue la de los antiguos helenos, los griegos, que asignaron un “dios” para cada fenómeno que presentaba la naturaleza: Zeus, el Júpiter romano, era el “dios supremo” que prevalecía sobre el resto con la fuerza de sus rayos, lo que llevó a algunos sofistas y luego filósofos a poner en duda todo el tinglado: Carneades, al referirse a él, dijo: Nunca he visto a ese señor”…
San Juan: contra Cristo siempre está el anticristo, la ley de la selva
No es necesario, por así decirlo, “ver” la verdad para reconocer su enorme valor, su existencia, en el sentido de distinguir lo que es cierto, lo que se puede comprobar, de lo ficticio, del montaje arbitrario, de las fantasías que literalmente embriagan mayorías en naciones y, al hacerlo, literalmente ocasionan desastres, como puede suceder de llegar nuevamente el demagogo de Trump al poder, quien niega que estudie los discursos de Hitler, aunque sus compatriotas dicen que se comporta como si lo hiciera.
El cristianismo retomó las enseñanzas de pensadores de la talla de Sócrates, Platón y Aristóteles para enfatizar el valor de la razón y de la moral como los fundamentos de sociedades libres y pacíficas, que tienen que enfrentar fanatismos, el permanente embate marxista que ahora ha hecho presa de China y el crimen organizado que maneja droga y es el fundamento de lo que una pensadora estadounidense, Chaire Sterling, denominó la “Internacional del Terror”, en la que es prácticamente imposible separar regímenes sin ley ni brújula normal de lo que los hombres de buena voluntad de este mundo anhelan y apoyan.
En el Apocalipsis San Juan expone una realidad: contra Cristo siempre está el anticristo, la ley de la selva…