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¿Y si no nos dejan?

Mi corazón se hace chiquito no por la nostalgia, sino por las preguntas que me vienen a la mente: ¿Por qué esperar a que “nos dejen”? ¿Y si no nos dejan? ¿Quién debe de dejarnos? ¿Los otros, Dios, la vida? ¿Y si la vida no nos alcanza? ¿Habremos dejado de hacer lo que nuestro corazón más anhelaba en esa eterna espera?

Por Natalia Telles |

Hace poco, mi vecino estrenó su karaoke con canciones de mariachi. Menos mal, canta bastante bien. Mientras guardaba mi compu, lo escuché cantar “Si nos dejan" de Luis Miguel: "Si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida (...)" (Si la sabe, ¡cante!).

Me dejé invadir por el recuerdo que me trae esa canción: mi mami en la terraza de mi casa de infancia, cantándosela a mi papi junto a un mariachi. Mi corazón se hace chiquito con ese recuerdo porque, aunque suena romántico, sé que la realidad fue diferente. La vida no les permitió cumplir la letra de la canción: pocos meses después, mi mami enviudó a sus cortos 46 años de vida y sus largos 26 años de casada.

Mi corazón se hace chiquito no por la nostalgia, sino por las preguntas que me vienen a la mente: ¿Por qué esperar a que “nos dejen”? ¿Y si no nos dejan? ¿Quién debe de dejarnos? ¿Los otros, Dios, la vida? ¿Y si la vida no nos alcanza? ¿Habremos dejado de hacer lo que nuestro corazón más anhelaba en esa eterna espera?

Dudo que “el Sol de México” haya escrito esa canción con la intención de iluminarnos con esas preguntas existenciales. Pero yo, Naty, si escribo esta columna para que quien me lea se las haga y se confronte a sí mismo. Porque seamos honestos: es más fácil ser víctimas de lo que “no nos dejaron” hacer que asumir responsabilidad por lo que “no permitirmos” que sucediera en nuestras vidas. Claro, a veces nuestra existencia toma giros inesperados que no nos permiten llevar a cabo nuestros sueños, como el caso de mi mami. Pero la mayoría de veces, nos lavamos las manos esperando a que las cosas solo sucedan o que los demás “nos dejen” así como Luis Miguel.

La realidad es que así como puede que tengamos suerte y las cosas se den, también puede que la vida no nos alcance. Y es que esto es una apuesta donde lo único que tenemos asegurado es este preciso instante. Sé que la idea de la finitud (o sea, el saber que somos mortales) paraliza a muchos. Pero debo confesar que a mí me da aún más vida. Y eso es lo que les quiero transmitir: que cuando entendemos que la vida es un suspiro y que está hecha para que aprendamos un montón de cosas, el miedo desaparece.

Por eso, si queremos “amarnos toda la vida”, empecemos a querernos ahora mismo.

Si queremos “hacer de las nubes terciopelo”, veamos cómo nos tiramos de paracaídas para empezar a recolectarlas. Si queremos lanzar un proyecto, demos el paso más pequeño que deba ejecutarse. Y si queremos hacer realidad los deseos más profundos de nuestro corazón, dejemos de esperar a que “nos dejen” y hagamos que las cosas sucedan tomando las riendas de nuestras propias vidas.

(@contracorrient._)

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