El núcleo de la justicia reside en la imparcialidad de quienes crean y ejecutan las leyes. De ahí surge una interrogante fundamental: ¿qué motiva el comportamiento imparcial?
Tres elementos fundamentales impactan en la imparcialidad: las normas, el carácter moral y, sobre todo, los conflictos de interés (particularmente las dependencias), pues en estos yace la diferencia entre las sociedades justas y las injustas.
En primer lugar, todos los grupos (sociales, políticos, etc.) tienen normas (p. ej., reglas, tradiciones y doctrinas) que los miembros internalizan para lograr la aceptación y la legitimidad. Por ello, cuando las normas favorecen una mala conducta, la conciencia se desorienta y las personas se guían por estas.
En segundo lugar, el carácter moral abarca los valores y la capacidad para mantenerse fiel a ellos. Generalmente, las personas celebran la conducta correcta; sin embargo, debido a que el autocontrol es limitado, en la medida en que un comportamiento inapropiado ofrezca mayores beneficios personales, menos individuos serán capaces de resistirse. Dada la imperfección inherente a la naturaleza humana, a mayor tentación presentada por conflictos de interés, más fuerte es la inclinación a actuar con parcialidad.
Por último, la estructura organizacional consiste en relaciones de dependencia establecida entre los miembros de una comunidad. La dependencia existe cuando una persona controla recursos que afectan el bienestar de otra. Estas subordinaciones ocasionan problemas cuando están mal estructuradas. Por ejemplo, un líder político que puede despedir arbitrariamente a un funcionario tendrá el poder para manipularlo.
Esta parcialidad, inducida por la coerción, se manifiesta debido a presiones externas. El grado en que un individuo (p. ej., un líder político) puede perjudicar el bienestar de otro (p. ej., un fiscal) determina la presión que puede ejercer para promover sus opiniones, prejuicios, intereses o deseos. Esto implica poder, definido como la habilidad de conseguir que un individuo actúe de una manera que de otra forma no lo hubiese hecho.
Identificar qué motiva el comportamiento imparcial no es tarea fácil. Sin embargo, un factor claro radica en el grado de dependencia que tenga una persona frente a otra con un interés particular. En el sistema actual, los funcionarios dependen de los políticos, y los políticos, de militantes y patrocinadores. Ni siquiera el pueblo está exento, ya que a menudo el acceso a los servicios y bienes públicos está ligado al favoritismo político. Este triángulo de dependencia deja a la mayoría de la población en desventaja.
Es crucial reconocer que existen estructuras gubernamentales (p. ej., quién nombra al juez) diseñadas para eliminar estas dependencias. Abordar la corrupción exige reconocer que esta abarca más que la moral y las normas; es posible mitigar la tentación de actuar con parcialidad al reducir los conflictos de intereses. Solo así podremos lograr países donde prevalezca la justicia.
Arquitecto
Miembro del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional